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Actualizado: 1 de junio de 2025
En una palabra, gentleman: he creado un movimiento de opinión á favor de usted para que su vida sea más higiénica y divertida. El gobierno me ha autorizado para que forme un programa de diversiones. ¿Qué es lo que usted desea?... Yo, espontáneamente, me he atrevido á proponer varias. Quiero que un día le dejen visitar la capital. Esto es más difícil que parece á primera vista.
El pobrecito es más hueco que una caña de pescar. Se me ocurrió hablarle de política, preguntándole: «¿Votó usted por los radicales?» «¡Qué esperanza! me respondió; no es gente conocida...» ¿De manera que te aburriste en grande? No, eso no. La tontería tiene siempre algo de divertida. Tienes razón, hijita. Además la tontería es tan variada como la inteligencia.
Es muy buscado y está convidado a las mejores mesas, así por su divertida conversación, como por su extraordinaria fama de hondo conocedor y perito en todas las artes del deleite. El Barón pasa por el gourmet más delicado que hoy vive, paladea y olfatea en Francia.
Recibió por fin a Núñez, que diariamente le enviaba billetes inflamados; intimó con las amigas que se desvivían por distraerla y entró a formar parte de aquella sociedad divertida y galante. Fue una rebelión, una necesidad de su naturaleza, que de otro modo hubiera sucumbido.
Nuestros amigos, o por lo menos conocidos ya del lector, el vizconde de Goivoformoso y Juan Maury, eran de los que allí más acudían. Hubo, a la sazón, un incidente que tiene trazas de insignificante, pero del cual importa dar cuenta ahora, porque contribuye algo a la claridad y al proceso de esta historia, quizás más verdadera que divertida.
Esta mujer es una Marquesa. Su título no es menester decirle. La llamaremos por su nombre de bautismo, como si tuviésemos con ella la mayor intimidad. La llamaremos Elisa. Hacía cerca de tres años que se había quedado viuda. No llegaba aún a los treinta de edad. No tenía hijos. Era riquísima y muy elegante. Ni sus más acérrimas enemigas negaban que era discreta, ingeniosa, divertida y alegre.
No faltó, sin embargo, quien afirmase por lo bajo que la papalina de don Máximo era la menos divertida que jamás había visto.
Al pasar por detrás de la casa del capitán oyeron el ruido de la esfoyaza, y á Plutón que los capitaneaba no se le ocurrió cosa más divertida que agarrar una piedra del camino y arrojarla contra la ventana del granero donde se celebraba. No fué pequeño el susto que esto produjo en el elemento femenino de la reunión.
Pero para ello es preciso que la lleve al curso de Cocina.» Mi esposo reflexionó y pensó: «¡Puedo dejarla bajo la vigilancia de su cocinera! ¡Mi honor está seguro...!» Y me permitió salir con ella. ¡Aquí, donde me ves, vengo del curso de Cocina...! LINE. No es un suplicio. Es, por el contrario, una cosa muy divertida.
Más valen Amparar al enemigo y El amor al uso: el primero es una comedia, semejante á las de Calderón, y una casualidad extraordinaria el resorte, que produce una combinación muy divertida en ciertos amoríos, y un enredo de los más complicados; El amor al uso describe, con gracia y á la ligera, la pasión frívola y la inconstancia de dos jóvenes, que fingen sentir ardiente pasión amorosa, cuando, en realidad, está cada uno de ellos enamorado de otras personas.
Palabra del Dia
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