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Actualizado: 27 de junio de 2025


El zorro quedó envuelto por un instante y se le escuchó estornudar. Ya le sube el humo á las narices, señor conde dijo D. Primitivo. El viento disipó el humo espeso, y el montón comenzó á arrojar una columnita de otro azulado y trasparente. Quedó el zorro al descubierto, y observáronse en él señales de una inquietud que iba en aumento.

Se levantó de pronto, disipó con un ademán aquella visión, que se desvaneció con el humo, y se puso á pasear por el cuarto, dejando escapar palabras entrecortadas, fugas de su hirviente pensamiento, escapes de vapor do una caldera. ¿Qué puedo arriesgar?

Algunas veces penetraba en el hueco de un tajo, pero se encontraba sin salida y volvía atrás y de nuevo seguía el curso de la mina. Al cabo volvió á percibir otro rayo de luz. Su corazón se dilató con la esperanza de hallar salida. Pronto se disipó no obstante: la luz procedía de otro respiradero. Sin embargo, al acercarse á él observó que era menos largo que los otros.

El Padre Ambrosio alzó un pico del lienzo, hasta descubrir la boca del que allí reposaba, e introduciendo en aquella boca el agudo extremo de un pequeño embudo, vertió por él algunas gotas del líquido contenido en un pomo que llevaba en la mano. La visión se disipó enseguida, como las figuras de una linterna mágica o de un cinematógrafo.

Nelson, herido mortalmente en mitad del combate, según después supe, por una bala de fusil que le atravesó el pecho y se fijó en la espina dorsal, dijo al capitán Hardy: «Se acabó; al fin lo han conseguido». Su agonía se prolongó hasta el caer de la tarde; no perdió ninguno de los pormenores del combate, ni se extinguió su genio de militar y de marino sino cuando la última fugitiva palpitación de la vida se disipó en su cuerpo herido.

La borrasca se desató con violencia, por fortuna cuando llegábamos a una casa de parada, pero al cabo de veinte minutos se disipó con la misma prontitud. Así son las borrascas en casi todos los lagos y las regiones montañosas de Suiza.

Luis de León y Garcilaso son mis predilectos entre los líricos españoles, dijo Lucía con suma naturalidad. Casi se disipó la sospecha de D. Fadrique. Parecía inverosímil tanto disimulo en una muchacha de diez y ocho años, que rezaba el rosario todas las noches, iba á misa y se confesaba con frecuencia.

Recordaba por su arrogancia la estatua de Diana cazadora que se admira en el Museo del Louvre; pero esta arrogancia estaba templada por unos grandes ojos negros de suave y afectuosa expresión. Era a la vez Diana y Clorinda la heroína del poema del Tasso. Los ojos de los futuros esposos se encontraron y brillaron con alegría. A Tristán se le disipó repentinamente su mal humor.

El viento de la noche no disipó la embriaguez del torero. Cuando el amigo le dejó en la esquina de su calle, Gallardo anduvo con paso vacilante hacia su casa. Cerca de la puerta se detuvo, agarrándose a la pared con ambas manos y descansando la cabeza en los brazos, como si no pudiese soportar el peso de sus meditaciones.

Su segunda entrevista con las dos hermanas disipó, como por encanto, la ligera turbación que agitó su alma en el primer encuentro. Preparábase a volver a verlas con mucho placer, pero con toda tranquilidad. Había demasiado dinero en aquella casa, para que pudiera caber el amor de un pobre diablo como él. La amistad era otra cosa.

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