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Actualizado: 30 de abril de 2025
Las ideas de ente, de substancia, de necesidad divagan por mi entendimiento; pero todo en la mayor confusion: lo infinito no es para mí un foco de luz, es un abismo tenebroso; ignoro si estoy sumergido en una realidad infinita, ó si me pierdo en los espacios imaginarios de un concepto vacío. Resumiendo la doctrina de los capítulos anteriores, diremos lo siguiente.
Nosotros entraremos acompañándole, y á todo lo que diga, diremos amén, y aun le apoyaremos con las reflexiones que se nos ocurran. Entonces no hay más que hablar: en marcha y manos á la obra.
Pasando por alto detalles desnudos de interés, diremos que una noche, hallándose el Rey del Monte entre la espesura de un bosque, acompañado de su coima y de cuatro o seis de los suyos, Dalila cuidó de embriagarlos, y a una hora concertada de antemano penetraron en el bosque los soldados. El Rey del Monte despertó al ruido, se lanzó sobre su trabuco, apuntó y el arma no dio fuego.
Embustera dijo Francisca a la sordina, mientras yo me mordía los labios para no reír. ¡Ah! gimió la de Dumais, nuestras pobres hijas no podrán decir otro tanto... Lo diremos de todos modos, mamá. A cuarenta años de distancia se dicen siempre esas cosas aunque sean inexactas exclamó Francisca sin poder contener su maldita lengua.
Había en su mente, junto a la idea de su derecho al presupuesto, la idea de ciertos deberes ineludibles para con la humanidad cesante y desposeída. Por concluir nuestro panegírico con un hecho concreto de la vida del santo, diremos que una mañana D. Manuel mandó que no entrase nadie. Estaba fatigado.
Hablaremos; nos diremos cosas nuevas, nos haremos la tertulia entre los tres, oiremos la música y tomaremos el fresco. Para tomar el fresco replicó don Braulio lo mismo es ir allí que al Prado. Y aun se ahorraría el dinero de las entradas dijo doña Beatriz. Inesita iba silenciosa, y dejaba que siguiese el diálogo entre marido y mujer. No lo digo por la miseria del gasto, Beatriz.
Dirémos para terminar este asunto que pocos medicamentos tienen una accion continua, y que cuanto mas se limita su accion á la esfera nerviosa, tanto mas intermitente es en los fenómenos neurálgicos y espasmódicos. Esta irregularidad, este ritmo de la accion medicamentosa es fecundo en indicaciones terapéuticas.
Pero hay cosas muy delicadas y tiernas que las niñas entienden mejor, y para ellas las escribiremos de modo que les gusten; porque La Edad de Oro tiene su mago en la casa, que le cuenta que en las almas de las niñas sucede algo parecido a lo que ven los colibríes cuando andan curioseando por entre las flores. Les diremos cosas así, como para que las leyesen los colibríes, si supiesen leer.
En cuanto á su mérito sólo diremos que algunos rasgos aislados, llenos de poesía y de verdad, no compensan, ni mucho menos, su falta absoluta de orden y plan, y las absurdas y repetidas digresiones que tanto dañan al curso de la acción. Juntáronse arbitrariamente en estos misterios las cosas más serias y ridículas, y lo trágico y lo cómico se mezclaba y confundía sin concierto.
Diremos, pues, sucintamente, que D. Juan II, D. Enrique IV y los Reyes Católicos heredaron del piadoso hermano de D. Enrique III el decidido empeño de proteger el Monasterio de Yuste; y que, del propio modo, los Condes de Oropesa siguieron en estos reinados la tradición de Garci-Álvarez de Toledo y consagraron al propio fin gran parte de sus rentas.
Palabra del Dia
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