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Actualizado: 24 de mayo de 2025


En esto le vino al pensamiento cómo le haría, y fue que rasgó una gran tira de las faldas de la camisa, que andaban colgando, y diole once ñudos, el uno más gordo que los demás, y esto le sirvió de rosario el tiempo que allí estuvo, donde rezó un millón de avemarías. Y lo que le fatigaba mucho era no hallar por allí otro ermitaño que le confesase y con quien consolarse.

Estándola mirando, oyeron un silbo como de pastor que guardaba ganado, y a deshora, a su siniestra mano, parecieron una buena cantidad de cabras, y tras ellas, por cima de la montaña, pareció el cabrero que las guardaba, que era un hombre anciano. Diole voces don Quijote, y rogóle que bajase donde estaban.

Yo, por no haber otro quehacer, la saqué y la leí: la cual pongo aquí, por haberme parecido aguda y conveniente a lo que se quiso reprehender en ella. Decía de este tenor: Premática contra los poetas hueros, chirles y hebenes. Dióle al sacristán la mayor risa del mundo, y dijo: "¡Hablara yo para mañana! Por Dios que entendí hablaba conmigo, y es sólo contra los poetas hebenes."

No se pudo escudar tan bien don Quijote que no le acertasen no cuántos guijarros en el cuerpo, con tanta fuerza que dieron con él en el suelo; y apenas hubo caído, cuando fue sobre él el estudiante y le quitó la bacía de la cabeza, y diole con ella tres o cuatro golpes en las espaldas y otros tantos en la tierra, con que la hizo pedazos.

Diole gana a don Quijote de pasear la ciudad a la llana y a pie, temiendo que, si iba a caballo, le habían de perseguir los mochachos, y así, él y Sancho, con otros dos criados que don Antonio le dio, salieron a pasearse.

Dióle al maestro tanta risa de oír mi simplicidad y de ver el miedo que le había tenido, que me abrazó y me dio una firma en que me perdonaba de azotes las dos primeras veces que los mereciese. Con esto fuí yo muy contento. Llegó, por no enfadar, el tiempo de las Carnestolendas, y trazando el maestro de que se holgasen sus muchachos, ordenó que hubiese rey de gallos.

Dieronle luego armas, caballos, y las demas cosas para poner en órden los suyos, que llegaban hasta cincuenta, dióle gente de socorro, porque Montaner como enemigo mortal de Genoveses, no quiso perder la ocasion de hacerles algun daño. A Juan Montaner su primo, y á cuatro Consejeros Catalanes se encomendó el socorro, con órden que no se hiciese cosa sin tomar parecer de Ticin Jaqueria.

Animado con el suceso pasado Ticin Jaqueria, le pareció acometer alguna empresa, y ganar algun lugar donde pudiese estar de asiento. Dióle tambien para esto Montaner alguna gente, y con ella poco despues ganó un castillo en la isla de Tarso, y le mantuvo no sin gran provecho de nuestra nacion, como adelante veremos.

Digamos que la vaporosa rubia no echó en saco roto los consejos de su buena amiga y aun que supo aprovecharlos. Pero esto se verá más adelante. Al año de casarse el brigadier diole su esposa, como fruto de bendición, una hermosa niña que se bautizó con el nombre de Julia: fue refuerzo de desgracia para el pobre Miguel, aunque de modo inocente.

Concluida la lectura Navarro dio un suspiro y dijo: ¡Qué sed tengo!... Si quisieras echar agua de la alcarraza en aquel vaso que allí está y alcanzármelo.... Monsalud le dio agua, y luego que le vio aplacar su sed, diole otros papeles diciéndole: ¿Conoces esa letra? Son cartas de mi padre murmuró Navarro, devorándolas con la vista.

Palabra del Dia

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