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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Díole lo que pedia, pero advirtiéndole que entonces estaba inundada toda la provincia, y que seria muy difícil y trabajoso el viage, y aun inútil, porque no era posible por aquel tiempo llegar á ella. No quisimos creerle, é instándole á que diese los indios, dió veinte al capitan, y cinco á cada soldado, que nos sirviesen y llevasen nuestras mochilas.
Conciertan, pues, los dos quitar la vida Al pobre, que vivia sin recelo: El Juan Rodriguez dióle una herida, De que cayó el Gonzalez en el suelo. La maldita verdugo, luego asida Del triste que la pide á ella consuelo: "No es tiempo ya, le dice, perro perro." Y el mozo por la llaga mete hierro. Espira el sin ventura sollozando, Diciendo: "¿muger mia, qué os he hecho?"
Diciendo así, diole un empujón, y le volvió la espalda, saliendo con paso rápido, la frente alta, la mirada llameante, a pesar del peregrino desfallecimiento, de la desusada conmoción interior que le avisaba de que ahorrase tales escenas.
Y Monina, cumplida su misión, diole un beso en la frente, escurrióse de la cama y echó a correr hacia la puerta.
Miróle Diógenes un momento de hito en hito, pensando sin duda que más presto se conoce la necedad o el talento de un hombre por sus preguntas que por sus respuestas, y díjole al cabo: ¡Ya lo creo!... Ven acá... Y llevándole frente a un espejo, y cogiéndole con una mano por el cogote, diole con la otra una gran palmada en la cabeza, añadiendo muy serio: Aquí tienes a la madre...
Diole a Currita ganas de reír la pomposa hinchazón con que pronunciaba el ministro demócrata aquellas sonoras palabras: Palacio..., majestad..., rey..., reina, que parecían llenarle la ancha bocaza, y preguntó con su suavidad acostumbrada: ¿Quién?... ¿La Cisterna?... Crecióse el ministro como un toro de Veragua al que plantan una pica.
Ella, por su parte, jugaba también con él; le enseñaba canciones y lindezas, diole para su trenza una cinta amarilla, la que mejor sentaba a su color; leíale cuentos y narraciones y lo llevaba consigo a la clase del domingo; en oposición a los precedentes de la escuela y a manera de las mujeres mayores, triunfaba en esta innovación.
Quedó el rey embargado en júbilo, cariño y admiracion. Volvió á tomar todo el dinero con que habian comprado los jorobados su buena ventura, y se le regaló á la hermosa Falida, que así se llamaba esta beldad. Dióle con él su corazon, que merecia de sobra, porque nunca se vió juventud mas brillante y mas florida que la suya, nunca hermosura que mas digna de prendar fuese.
Retiróse la duquesa, para saber del paje lo que le había sucedido en el lugar de Sancho, el cual se lo contó muy por estenso, sin dejar circunstancia que no refiriese; diole las bellotas, y más un queso que Teresa le dio, por ser muy bueno, que se aventajaba a los de Tronchón Recibiólo la duquesa con grandísimo gusto, con el cual la dejaremos, por contar el fin que tuvo el gobierno del gran Sancho Panza, flor y espejo de todos los insulanos gobernadores.
Palabra del Dia
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