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Actualizado: 25 de julio de 2025
Los descubrimientos científicos acabarán por restringir considerablemente el dominio del azar al disminuir nuestra ignorancia. Se dilató el rostro del pianista con un gesto de ilusión. Usted es un sabio, profesor, ¡un gran sabio!... No mueva la cabeza; yo sé lo que digo. Y tengo la seguridad de que si continúa estudiando estas materias importantes, encontrará una martingala que...
Mire agregó, allá van las falúas a buscar la oficialidad, y las balleneras para desembarcar la tropa. ¡Bomba! ¡Pas! Ese es el Córdoba que hace salvas. Y, en efecto, una repentina nube blanca envolvió los costados del barco y el eco del cañonazo se dilató retumbando sordamente por los espacios.
Por último, solicitado vivamente por la dulce perspectiva del tresillo, aprovechó una pausa de la doncella para levantarse y decir torciendo un poco las caderas a guisa de saludo: Con permiso de usted, señorita. En cuanto salió de aquella situación angustiosa, su faz sanguínea se dilató y volvió a aparecer en ella la sonrisa de benevolencia universal que le servía de principal ornamento.
El ceño de la habilidosa muchacha se dilató por primera vez en todo el día, y los tres salieron apresuradamente con la alegría del regalo, oyéndose el ruido de sus empellones y correteos. Esto obscureció un poco la sonrisa de don Juan. Decididamente, su hermana era una loca, que odiaba el dinero. ¡Mire usted que tirar tres duros tan en tonto! ¿No hubiera quedado lo mismo con tres pesetas?
Esperaba el tacaño una explosión de gratitud por dádiva tan espléndida, y ya le parecía estar oyendo las bendiciones de la tía Roma, cuando ésta salió por un registro muy diferente. Su cara telarañosa se dilató, y de aquellas úlceras con vista que se abrían en el lugar de los ojos, salió un resplandor de azoramiento y susto, mientras volvía la espalda al lecho, dirigiéndose hacia la puerta.
Cigarral le añadió a éste por qué sucesos, caminando para Sevilla en busca de flota para el Perú y en lenguas de su capitán Carvajal, había llegado a aquella aldea, donde su disfraz mendigante, moviendo la piadosa condición de María, dilató de un día a otro día su peregrinación hasta aquel trance.
Algunas veces penetraba en el hueco de un tajo, pero se encontraba sin salida y volvía atrás y de nuevo seguía el curso de la mina. Al cabo volvió á percibir otro rayo de luz. Su corazón se dilató con la esperanza de hallar salida. Pronto se disipó no obstante: la luz procedía de otro respiradero. Sin embargo, al acercarse á él observó que era menos largo que los otros.
Y se encogió, se dilató su pecho, y lanzó un aliento que rugía, poderoso, ardiente, indicio de la horrible lucha que conmovía su alma destrozada. Sí, sí dijo impaciente Dorotea.
Su pecho oprimido se dilató aspirando con felicidad el aire puro, que refrescó al mismo tiempo sus sienes y serenó su espíritu. Á paso lento y con la cabeza baja caminó la vuelta de su casa siguiendo la ruta de la muralla al borde de la mar para evitar la gente. Una débil esperanza lucía en la oscuridad melancólica de su pensamiento, la de encontrar á su llegada carta de Soledad.
Al doblar un recodo, una anchura llana, plana, bañada por el sol, se dilató ante mis ojos. Estaba en el Alto del Roble, la soberbia puerta que da ingreso a la sabana de Bogotá. Miraba a mi espalda y veía escalonarse a lo lejos la serie de montañas que había transpuesto para llegar a aquella altura: ¡estaba a 2700 metros sobre el nivel del mar!
Palabra del Dia
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