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Actualizado: 11 de mayo de 2025
-No digáis más, señora doña Clara -dijo a esta sazón Dorotea, y esto, besándola mil veces-; no digáis más, digo, y esperad que venga el nuevo día, que yo espero en Dios de encaminar de manera vuestros negocios, que tengan el felice fin que tan honestos principios merecen.
Nada de preconizaciones: basta con que en un momento dado, autorizado por el papa, podáis vestiros la púrpura; sed en buen hora cardenal, pero no lo digáis á nadie... no mostréis miedo... ¡Ah! ¡Pelegrín! ¡yo no te conocía!
Algo nos inclinamos a creer lo último cuando observamos que los más de éstos os dicen si los habéis conocido: ¡Chitón! ¡Por Dios! no digáis nada a nadie. Seguidlos, y os convenceréis de que no tienen motivos ni para descubrirse ni para taparse. Andan, sudan, gastan, salen quebrantados del baile... nunca, empero, se les olvida salir los últimos, decir al despedirse: ¿Mañana es el baile en Solís?
¡Ah, lucero de mi obscura noche! exclamó Quevedo ; creo que mi pensamiento me ha traído por tan buen camino, como que en él había de encontraros. No podíais pasar por otra parte. ¿Me esperábais? Con ansias del corazón. No digáis eso, si no queréis verme loco. Aunque mucho os amo, que bien lo sabéis, no por vuestro amor son mis ansias, que de él estoy segura, sino por ella.
CLARA. Pues siendo para perder Que sintáis es menester, ALVARO. No es menester que digáis. Alárgase este doble monólogo tres décimas más, repitiéndose á la letra, al fin de cada una, un verso. Conviene tener presente que el poeta, según se deduce del conjunto de la comedia, se propone tan sólo exponer la libre expansión del alma, no una declamación hablando.
¿Y... cuándo pensáis casaros con mi amigo? Si él consiente... pronto... muy pronto. ¿Será cosa de prepararlo para que no le haga mal el susto? ¡Oh! no, no tanto. Y os agradecería que me hiciéseis un favor. ¿Cuál? ¿Me dais vuestra palabra de que me lo concederéis? Dóiosla y ciento, mil. No digáis una sola palabra de lo que hemos hablado de él á vuestro amigo. Otorgo. Y quisiera que...
Esto es, señor, lo que pasa, sin que tenga que deciros otra cosa alguna; suplícoos no me descubráis ni le digáis a don Quijote quién soy, porque tengan efecto los buenos pensamientos míos y vuelva a cobrar su juicio un hombre que le tiene bonísimo, como le dejen las sandeces de la caballería.
Sí, hombre; yo mismo he visto la cabeza en la cocina. ¡Era un perro de aguas más hermoso! Dicho esto salió del comedor, y al volver tenían una cazuela con liebre. Fué al otro extremo de la mesa y dijo a los del bando contrario: ¡Vaya unos gatos más buenos que compra este fondista a los carabineros! ¡Ah!, ¿pero es gato eso? Sí, no se lo digáis a esos, pero yo he visto las colas en la cocina.
¡Oh! no me digáis eso... porque sería muy desdichada... dejemos, dejemos más bien este asunto... soy franca con vos; estoy aturdida; ¿queréis que os cante la canción que he estudiado para esta tarde? seréis el primero que la oiga... lo que no es poco favor añadió sonriéndose ; así nos distraeremos los dos... vaya... ¡si esto parece una brujería!
Eso no puede ser. Tened toda la queja que queráis, pero no lo digáis á nadie dijo Cosme Aldaba. ¿Y os soltarán...? dijo Montiño. Indudablemente. Pero yo me quedaré aquí. ¡Vos, marido mío! Sí, sí por cierto; como que me acusan de haber dado muerte á vuestro amante.
Palabra del Dia
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