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Actualizado: 9 de julio de 2025
Hay placeres que hemos gustado con tanta delicia, que se nos figura que el recuerdo que de ellos nos queda, debe bastar para nutrir nuestro corazón de ideas rientes y dichosas durante todo el curso de la vida; y cuando nos encontramos, largo tiempo después, en las mismas circunstancias, ocurre, no obstante, que esas emociones, tan agradables y tan añoradas, han perdido casi todo su prestigio.
Y fuerza es confesar que todos los hombres, salvo raras y dichosas excepciones, estamos empecatadillos y entonamos himnos en loor de uno de estos tres enemigos, cuando no de los tres á un tiempo; pero debe notarse que, ó bien no caemos, por extraviados ó ilusos, en que hacemos semejante elogio, ó bien aparentamos no caer, envolviendo nuestro consciente propósito en delicada hipocresía.
Hay hombres que son peores que las bestias, porque las bestias necesitan ser libres para vivir dichosas: el elefante no quiere tener hijos cuando vive preso: la llama del Perú se echa en la tierra y se muere, cuando el indio le habla con rudeza o le pone más carga de la que puede soportar. El hombre debe ser, por lo menos, tan decoroso como el elefante y como la llama.
La verdad me anonadaba y una rabia loca empezaba á hervir en mi corazón. Bramaba de rabia, en aquel saloncito en el que había pasado horas tan dichosas, al verme vendida y abandonada á la vez por mi amiga y por mi amante. Sorege en tanto estaba impasible y sin decirme una palabra de consuelo, como si contase para su triunfo con el exceso de mi mal.
Esperé a que se acabasen las elecciones dichosas, porque creía que saldríamos de aquí y entonces se me pasaría el miedo.... Yo tengo miedo en esta casa, ya lo sabe usted, Julián; miedo horrible.... Sobre todo de noche.
De modo que te has perdonado tu traición... Todavía no... Quisiera, Magdalena, que te dieses cuenta de los sentimientos que puede experimentar una muchacha pobre cuando contempla la vida de las dichosas de la tierra desde el fondo del abismo en que vegeta... Ninguna probabilidad de casarse... Ninguna esperanza en la vida... Entonces deja una de darse cuenta del bien y del mal... No se piensa, no se vive, ni se desea más que conquistar lo imposible...
No me parecía buena para nada: ni siquiera para aplicarla a los trabajos más vulgares. Nadie la quería y a mí no me importaba ya nada de ella. Unos niños se pusieron a jugar bajo los árboles. Parejas dichosas pasaron estrechamente enlazadas; evitaba su aproximación y me alejaba, buscando, en mi mente, qué lugar había en donde no estuviese solo. Regresé por las calles más desiertas.
Claro está, y cómo negarlo, que España está pobre; que materialmente se halla más atrasada que Francia, Inglaterra, Bélgica, Holanda, Alemania, los Estados Unidos, y tal vez algunos otros países; que es menos poderosa que Rusia; que ha perdido inmensos territorios en el Nuevo Mundo; que ha sido trabajada desde hace casi cien años por incesantes discordias civiles, y que en los momentos solemnes en que vivimos ahora se halla abrumada de grandes calamidades y amenazada de otras acaso mayores. ¿Pero la causa de esto, digámoslo sin rodeos ni disimulos, es que los españoles del día son más inhábiles, menos enérgicos, menos probos y menos entusiastas que los de otras edades para nosotros más dichosas?
¡Queda sólo del tiempo viejo de las miserias sufridas en silencio, la gloriosa bandera deshilachada que tantas veces cuidé en largas horas de angustia y cuya vista hace latir todavía mi corazón como en aquellas, dichosas, en que, al regreso de una expedición arriesgada de la que muchos de los nuestros no volvían, era sacada para que el capellán dijera ante ella su misa por el eterno descanso de los que quedaban allá entre las sinuosidades de las sierras, en el triste cementerio aldeano o bajo el manto eterno de verdura de la pampa desierta y misteriosa!
Ella creía tener un ideal de sí propia que había ido realizando y como trayendo fuera, merced sin duda a su misma energía, pero auxiliada de circunstancias dichosas e iniciales que debía a la Providencia, y en que no todos, sino pocos, se hallan. Se juzgaba, pues, como favorecida por Dios, y por lo mismo con más obligaciones que cumplir. Por cada favor divino, una obligación sagrada.
Palabra del Dia
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