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¿Pues qué hemos de contestar sino darle las gracias y decirle que nones? ¿Y a quién le toca escribir eso? Creo que debo escribir yo... y dorar la píldora. Yo no lograré poner el oro con pluma. lo pondrás. irás diciendo y yo iré escribiendo, aunque hago letras que parecen garrapatos. ¡Ay!, y más en el día, porque mi escribir ha caído en desuso.

Formaremos cabal concepto de la utilidad de dichas reglas, si consideramos que quien raciocina no las recuerda, si no se ve precisado á formular un argumento á la manera escolástica, cosa que en la actualidad ha caido en desuso.

Y al creciente influjo de la moral para este mundo, los deberes del creyente contra los enemigos de Dios empezaron a enfriarse y a ser cada vez más impracticables, cayendo en desuso, progresivamente, la hoguera para quemar brujas y purificar herejes, la cámara de tortura para arrancar confesiones y delaciones, la condenación sin pruebas en los delitos contra Dios, los in pace, las galeras y las lettres de cachet, hasta llegar a la tolerancia impuesta por los poderes humanos a los divinos, y continuar después con la libertad de conciencia, por la supresión de la censura eclesiástica, la secularización de los cementerios, del nacimiento, del matrimonio y de la enseñanza.

Varias han sido las causas que han contribuido á la decadencia de tan floreciente industria; en primer lugar, las enfermedades del gusano productor de la seda, y en particular de la llamada «pebrina», enfermedades que, por pura negligencia, propia de nuestro caracter, no estudiamos ni combatimos; y en segundo lugar, porque á mediados del siglo XVIII ya comenzamos á gustar de lo extranjero, y las sabias leyes de nuestros católicos monarcas, fueron cayendo en desuso, é invadieron nuestros mercados los tejidos de seda ingleses y franceses, y en el siglo pasado y en el actual nos europeizamos, y ya no nos gusta nada que sea español, vestimos á la inglesa, comemos á la francesa y nos arruinamos á la española.

Entre los individuos de las compañías de comediantes, se encontraba un poeta, ya para arreglar y retocar piezas antiguas, ya para componerlas nuevas . La costumbre generalizada hasta esta época, de que los actores escribiesen comedias, fué cayendo en desuso á fines del siglo XVI, á medida que eran mayores las excelencias que se buscaban en las obras dramáticas.

Entre tanto, yo había cumplido ya los treinta y dos años; hacía seis que era doctor en ambos derechos, aunque sin saber, por desuso de ellas, para qué servían esas cosas; más de siete que campaba por mis respetos, y me daba la gran vida con el caudal que había heredado de mi padre. Porque de mi madre no heredé un maravedí.

Aquel programa famoso de distracciones y placeres formado entre Quintanar y Visitación, había empezado a caer en desuso a los pocos días, y apenas se cumplía ya ninguna de sus partes.

II. Loas ó pequeñas piezas ó prólogos, de carácter comendatorio, que se declamaban antes de las comedias y autos . Divídense en dos especies principales, á saber: en a. Al comenzar la época de que tratamos, era de rigor la loa en toda obra dramática; á principio del siglo XVII fué cayendo en desuso, en cuanto á las comedias , observándose sólo en los autos.

Un hombre de setenta años, cuándo o dónde no había, o no ha caído en desuso este refrán, debe, o debía de tener su piel cubierta de más estratificaciones que nuestro globo. Si en este descuido de la materia, que hubo en los siglos pasados, es en lo que consiste el espiritualismo, se debe preferir ser materialista.

Si estas leyes se hubiesen aplicado con rigor, su influjo en los teatros y en la poesía dramática hubiese sido, sin duda, duradero; parece, sin embargo, que, así estas medidas gubernativas como otras anteriores, cayeron pronto en desuso, porque pocos años después el austero arzobispo de Sevilla, confesor de Felipe IV, intentó suscitar en el Rey escrúpulos de conciencia para que prohibiese esas funciones, diciéndole en su petición, dirigida á este objeto, que los comediantes se vestían con el mayor lujo, y que en todas partes había teatros, representándose en algunas poblaciones hasta dos ó tres comedias, con las decoraciones más costosas, mientras que el Rey y la religión católica carecían de recursos para defenderse de enemigos y de herejes; y que la prohibición de representar comedias, desde 1644 á 1649, no fué perjudicial al Estado.