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Actualizado: 14 de junio de 2025
Entré, y por un rato halleme desorientado en la profunda oscuridad del zaguán; pero a tientas y cuidadosamente pude llegar al patio, donde la claridad del cielo que por la cubierta de vidrios entraba, me permitió marchar con pie más seguro. Abriendo la segunda puerta que daba paso a la escalera, subí muy despacio asido al barandal.
Aquel billete estaba premiado con 15.000 duros, que, después de tirar muy despacio sus planes, se apresuró a cobrar la condesa de Albornoz secretamente.
Porque con los cuentos se ha de hacer lo que decía Chichá, la niña bonita de Guatemala: ¿Chichá, por qué te comes esa aceituna tan despacio? Porque me gusta mucho. Bebé y el señor don Pomposo Bebé es un niño magnífico, de cinco años.
Otro día te hablaré de esto más despacio y te reñiré mucho: ahora, al acabar de leer tus frases de arrepentimiento y cariño, no tengo valor para hacerte sufrir. Lo principal es que eres mía y que ya no dejarás nunca de serlo. Ni yo, aunque lo pretendiera, podría darte idea de las penalidades que aquí nos cercan, ni es fácil que las imagines.
Quería pensar despacio, aquilatar la trascendencia de su propósito, traer a juicio su pasado, considerar lo presente..., adivinar lo porvenir... Inútil empeño. La fantasía, estimulándose más cada instante, quedaba triunfante del raciocinio.
No, señor; eso, no... coma no más tranquilo... ¡Qué Baldomero éste... es la piel de Judas! ¡No me la vaya a quitar, don Ricardo, que no tengo otra...! Y a todo esto dijo Lorenzo, ¿qué programa tenemos para mañana? Si se animan iremos hasta lo de Anastasio. ¿A caballo, Melchor? ¡Claro está! ¿No es muy lejos para un «debut»? ¡No, hombre! Yendo en buenos caballos y despacio...
¿Sabe usted, amigo, que el trote de este jamelgo es un poco duro? Si usted tuviese la bondad de ir más despacio... Sí, señor; con mucho gusto. Pues no le oí nunca quejarse al señor cura de su caballo. Antes dice que es una alhaja... Como yo no estoy acostumbrado a esta clase de montura... Eso será... Aunque vayamos con calma, hemos de llegar al oscurecer a casa.
Hacía tres horas que no hablaban, y el motivo fué, como casi siempre, los fuertes pasos de Mazzini. ¡Mi Dios! ¿No puedes caminar más despacio? ¿Cuántas veces?... Bueno, es que me olvido; ¡se acabó! No lo hago a propósito. Ella se sonrió, desdeñosa: ¡No, no te creo tanto! Ni yo, jamás, te hubiera creído tanto a ti...¡tisiquilla! ¡Qué! ¿qué dijiste?... ¡Nada! ¡Si, te oí algo!
Seguro de que le oía, aunque no le miraba, Feijoo siguió hablando despacio, poniendo pausas entre las cláusulas. «Supongamos esto... Pues tu deber en tal caso, es esforzarte en que ese cariño... llamémosle amistad, se aumente todo lo posible. Trabaja contigo misma para conseguirlo. ¡Ah!, hija mía, el trato hace milagros; la buena voluntad también los hace.
Habrá que ir más despacio dijo Martín. Efectivamente, comenzaron a marchar más despacio, pero al cabo de un cuarto de hora se oyó a lo lejos como un galope de caballos. Martín se asomó a la ventana; indudablemente los perseguían. El ruido de las herraduras se iba acercando por momentos. ¡Alto! ¡Alto! se oyó gritar. Bautista azotó los caballos y el coche tomó una una carrera vertiginosa.
Palabra del Dia
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