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Actualizado: 20 de julio de 2025


Sin embargo, se diferenciaban mucho en cuerpo y en alma. Martín era un mozo robusto, de espaldas cuadradas y cuello corto, que se deslizaba taciturno por entre las personas extrañas.

Al cabo el mozo de la Braña alzó la suya. Por sus mejillas se deslizaba una lágrima, pero en sus ojos altivos se leía una firme resolución cuyo fruto pronto hemos de ver. Se despidieron tristemente para ir á la cama. Mas antes de llegar á ella oyeron gran tumulto en la casa vecina, que era la de la tía Basilisa, gritos, lamentos, imprecaciones.

Los remeros seguían bogando y yo charlaba comparando la vida de los arrabales por los cuales se deslizaba la banca, con la sombría y triste que se experimenta en el recinto amurallado. Hemos dicho que Manila podía ser una segunda Venecia, pero ... no lo es.

Le parecía marchar por un horizonte sin fin, con más velocidad que horas antes se deslizaba por el río. Oía su nombre en la boca de aquella mujer, se veía agasajado en una casa cuya entrada no sabía antes cómo franquear, y ella, Leonora, le llamaba niño y le trataba como a tal, cual si la intimidad datase desde el principio de su vida. ¿Qué mujer era aquella?

Bien, vida mía, bien roto está. Ya le compraré yo a mi niño una gruesa de camellos y de reyes negros, blancos y de todos los colores. Jacinta tenía ya celos. Pero consolábase de ellos viendo que Juanín no quería estar en el regazo de su abuela y se deslizaba de los brazos de esta para buscar los de su mamá verdadera.

No presentaba la menor solución de continuidad; pero mi corazón latió precipitadamente al notar que por su parte superior, donde entraba en el hueco del muro, se deslizaba un tenue rayo de luz. ¡Aquella luz procedía de la celda del Rey! Apoyé el hombro contra el tubo, y el intersticio por donde salía la luz se ensanchó perceptiblemente, algunas líneas.

Recuerdo la ribera do á meditar yo iba Y el árbol perfumado que sombra me prestaba, Recuerdo los momentos en que se deslizaba Mi vida por un lago sereno de placer.

Su amor, o más bien el fantasma, la apariencia de amor que ella creaba y alimentaba en su alma, era tan sutil y vaporoso, que se deslizaba hasta el seno de los más empedernidos, despertando a veces tempestades, y no dejaba huella ni rastro de su paso. Se desvanecía como sombra; era ilusorio, vano como silfo, y tenía la fuerza de un gigante para destrozar corazones.

La existencia de Romadonga se deslizaba serena, feliz, egoísta como la de un dios, viviendo únicamente para y contemplando con augusta indiferencia los dolores y las alegrías de los otros. Excusado es decir que el sol que más iluminaba y amenizaba aquella existencia era la mujer. Pero no una mujer determinada; la mujer en general; hoy una, mañana otra.

Algunas veces, un torpedero, al entrar en el puerto viejo, se deslizaba por la boca de una de estas callejuelas sombrías como si pasase por la lente de un anteojo. Al sentirse fatigado el marino por el mal olor y la miseria viciosa de los barrios viejos, volvía al centro de la ciudad, paseando bajo los árboles de las avenidas de Meilhan ó entre los puestos de flores del Coso Belzunce.

Palabra del Dia

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