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Actualizado: 21 de octubre de 2025


Expondré aquí, en pocas palabras, cómo concierto yo la modestia con la alegría y el desenfado. Mi modestia ha consistido en no desear ni aspirar a hacerme conocida, celebrada y famosa.

Ahora comprenderás en qué sentido digo yo que mi vida en París ha sido modesta. En cuanto a su desenfado y a su alegría, no es menester que entre yo en pormenores para que lo comprendas.

¡Que baile! ¡que baile! gritó la reunión. Soledad hizo signos negativos con la cabeza. Déjenla ustedes ahora: Soledad no está templada todavía manifestó Velázquez afectando desenfado. El rostro de la joven se contrajo con expresión sombría, y volviéndolo hacia Antoñico dijo en voz baja: No soy guitarra para templarme.

Se le plantó delante y le dijo de manos á boca: ¿Conque ya no está Soledad contigo? Eso parece respondió el majo con su habitual desenfado. ¿Y por qué la has echado, niño? Eso está muy feo. Yo no la he echado. Se ha ido ella replicó con orgullosa modestia, seguro de no ser creído. ¡Vamos, hijo, no te diviertas!

A Clementina le hacía muchísima gracia el desenfado, mejor aún, el cinismo de Pepa. Ambas se entendían admirablemente. Ambas eran chulapas, dos manolas nacidas demasiado tarde y en condición social poco acomodada a su naturaleza. Por supuesto, Pepa lo era mucho más legítima que Clementina, quien no lo llevaba en la masa de la sangre: veníale de afición.

Bonito es el retrato dijo D. Diego, con un desenfado impropio de la situación ; pero usted, Inés, lo es más todavía. ¿Y por qué no quería usted salir del maldito convento? Sin duda las pícaras monjas la retenían a usted por fuerza, esperando que al profesar les llevara un buen dote.

Y de cierto había entonces, en esta villa y corte de Madrid, no pocas damas de alto copete, cuyo talento y cuya hermosura eran muy inferiores a los de la marquesita; pero que completaban con el desenfado la carencia o la escasez de tan altas cualidades, e infundían vehementes pasiones y eran heroínas de mil galantes aventuras.

¿Qué era lo que cantabas en el Zuc de los benimerines? le dijo el Sultán. Y el loco, siempre con su oreja entre sus manos, y comenzando a bailar con el mayor desenfado, cantó: A la Sultana nadie la cura, si no es el rey de la locura.

Se le conocía en seguida que no hablaba como las personas finas, y que tenía miedo y vergüenza de decir disparates. Esto la favoreció en opinión de doña Lupe, porque el desenfado en el lenguaje habría sido señal de anarquía en la voluntad. «No se apure usted le decía la viuda, tocándole familiarmente la rodilla con su abanico ; que no es posible aprender en un día a expresarse como nosotras.

Ella sintió que había hecho mal en apelar a la divinidad, y se apresuró a decir con desenfado: Quise decir la suerte... Vamos, no empieces a ponerte cargante y tristón...

Palabra del Dia

reclinándose

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