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Actualizado: 19 de junio de 2025
Yo he tenido que apretarme igualmente el cinturón muchas veces; pero siempre encontraba, al fin, en las Repúblicas pequeñas, algún tirano, ó aspirante á tirano, que se encargaba de mantenerme á cambio de insultos á sus adversarios y de elogios disparatados á su persona. Al pasar de España á América, deseé cambiar de profesión.
Muy Sr. mío y amigo: Ya dije á V. que no quiero ni comprendo el teatro libre ó sea más libre que los teatros que hay ahora en España. Esto no se opone á que yo quiera y desee un teatro normal ó modelo.
Con tales elementos es fuerza convenir en que la capital de España no carece de medios de instrucción y que todo el que desee estudiar puede hacerlo. No obstante, una cosa me ha sorprendido siempre, y es que la biblioteca nacional no está tan concurrida como debiera suponerse, dado el número de habitantes y su reconocida afición a meterse en todos los sitios donde no cueste dinero.
No, no salgo contestó Edwin enérgicamente . El que desee verme que entre aquí. Me siento más fuerte bajo este techo. Y al decir esto miraba el tronco enorme apoyado en la mesa. Los enviados del gobierno, cada vez más sombríos y parcos en palabras, se consultaron con una mirada cuando salió Flimnap para decirles que el Hombre-Montaña deseaba cambiar de ropas dentro de su vivienda.
EMPANADAS DE MEDIO HOJALDRE. Se pone harina y mantequilla por partes iguales y uno o más huevos, sal y agua templada; se trabaja mucho, y cuando la masa está fina se extiende con el rollo; colóquese en una tartera propia para empanadas, póngase el relleno que se desee, cúbrase con pasta, cociéndola a buen horno.
Quien desee formarse alguna idea del amor que Alhakem II profesaba á las ciencias, y de los muchos hombres célebres que florecieron bajo su reinado, puede ver el cap. 6 del lib. VI de la Hist. de Al-Makkarí. Tambien resulta del acta del martirio de esta santa que permanecia en pié la basílica de los santos Fausto, Januario y Marcial.
¡Ah! no os inspiró deseo; ¿y deseásteis volver á verla? Deseé... deseé tenerla siempre á mi lado, vivir en su vida. Y no sobrevino el deseo... No. ¿Y os habéis casado...? Con el alma llena de felicidad. ¿Y la habéis hecho vuestra, con transporte, enloquecido? No, con miedo... ¡Con miedo! Sí, con miedo por vos. ¡Ah! ¡yo! ¡siempre yo!
¿Cuál desventura, oh ciudad, ha vuelto en tan triste estado tu grandeza y majestad, y aquel palacio sagrado en estrago y soledad? ¿Quién á mirarte se inclina y á tus muros derrocados por la justicia divina, que no vea en tus pecados la causa de tu ruina? ¿Quién te podrá contemplar, viendo tu gloria perdida, que no desee que un mar de llanto sea su vida para poderte llorar? ¿Cuál pecado pudo tanto que no te conozco agora?
Si cobarde vuelves la espalda, no vuelvas jamás a mi casa, ni te acuerdes nunca de tu madre, ni cuentes ya con su tierno cariño... Su indignación, su aborrecimiento eterno: he aquí la recompensa que te aguarda. He subrayado estas palabras porque son puntualmente históricas: constan en papeles impresos de aquel tiempo, que puedo mostrar al que verlos desee.
He oído decir que para que el pan sepa bien hay que ganarlo: verdad que yo no lo gano, y hasta ahora no me amargó. Tiempo hubo murmuró Artegui como respondiéndose a sí mismo en que creí provenía mi indiferencia de la seguridad de mi vida, y en que deseé deberme a mí mismo, a mí solo, el subsistir.
Palabra del Dia
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