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Actualizado: 18 de julio de 2025
Ya se entiende que esto excita la curiosidad y el asombro, pero en manera alguna disminuye la gloria de Gutenberg, como no quita á Colón la gloria de haber descubierto la América el descubrimiento muy anterior y harto infecundo de los islandeses.
Las primeras se pueden llamar verdades primitivas, fundamentales, principios de bien juzgar: las otras son secundarias, esto es, nacen de las primeras; y ambas son máxîmas constantes para proceder con acierto al descubrimiento de otras verdades.
Pero Diana escuchaba distraídamente la respuesta a su pregunta; en el mismo orden de ideas, acababa de hacer otro descubrimiento importante. ¡Hola! exclamó, señalando el dedo de su prima, ¿ya no llevas tu anillo? ¿Mi anillo? dijo María Teresa ruborizándose, lo habré olvidado en mi tocador.
Era sangre que corría un breve trecho entre las flores heráldicas del bordado; sangre que manaba de la sien oculta, para ser bebida por la sequedad del blando relleno. Ferragut, al hacer este descubrimiento, sintió aumentarse su confusión.
Observolo atentamente, admiró la flexibilidad de sus músculos, el vigoroso perfil de sus mandíbulas, y creyó hacer un descubrimiento trascendental, digno de un naturalista, observando que el gato es un tigre en miniatura. ¿Qué diablo miráis en ese punto? preguntole el marqués, dándole, con cariño, una palmada en el hombro.
Esta fidelidad en el recuerdo conmovió profundamente á la abuela. ¿Y aún decían que si Julieta era esto ó aquello, por su profesión y su manera de vivir?... ¡Un alma de oro! Su entusiasmo fué enfriándose un poco al notar la serenidad con que escuchaba la bailarina el relato de su descubrimiento en el cinema. Es curioso se limitó á decir , verdaderamente curioso.
Al registrarlo en presencia del juez, encontraron que debajo de sus ropas llevaba el cuerpo cubierto de plumas de avestruz. Jaramillo hacía lo mismo. Era un secreto de su padre el brujo; el mejor medio para vencer en agilidad á los enemigos. Le dió rabia ver cómo reía el juez ante tal descubrimiento.
Debía levantarse en seguida, dando por terminado el juego. Ya era hora. El banquero torció la cara y miró hacia arriba para reconocer la voz prudente que le daba consejos desde lo alto. «¡Ah, Su Alteza!» Acompañó este descubrimiento con una sonrisa de orgullo, satisfecho de que el príncipe Lubimoff hubiese presenciado la hazaña más grande de su vida. Y siguió tallando. Lubimoff se irritó.
El descubrimiento de la maldad ajena la embelesaba, la enorgullecía y la animaba a abandonarse a sus perversiones caprichosas.
Los alemanes no la necesitamos. Somos un pueblo de amos, que reconoce las jerarquías y desea ser mandado por los que nacieron superiores. Nosotros tenemos el genio de la organización. Este era, según el doctor, el gran secreto alemán, y la raza germánica, al apoderarse del mundo, haría partícipes á todos de su descubrimiento.
Palabra del Dia
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