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Actualizado: 24 de julio de 2025


13 Porque dos males ha hecho mi pueblo: me dejaron a , fuente de agua viva, por cavar para cisternas, cisternas rotas que no detienen aguas. 15 Los cachorros de los leones bramaron sobre él, dieron su voz; y pusieron su tierra en soledad; desiertas están sus ciudades, sin morador. 16 Aun los hijos de Menfis y de Tafnes te quebrantaron la coronilla.

Sus labios resecos se entreabrieron, y, como un soplo, dejaron pasar la palabra: «Perdón...» Desde las profundidades del pecho subió a la garganta un estertor que se detuvo de repente. En aquellos ojos, ya fijos, aparecieron dos lágrimas sin rebosar de los párpados y se reabsorbieron lentamente, como el agua en una tierra árida. Me aproximé a Elena y la así la mano. ¡Se acabó! dije.

La favorecieron muy poco los sucesos para que pudiese volver al estado en que la dejaron los Abd-el-rhamanes.

»Como yo me lo temía, bien poco o nada se dejaron ver en Luz los buenos efectos del remedio tan encarecido por el doctor. La primera impresión, algo más viva y agradable; pero en seguida, el mismo desaliento y el mismo tinte dolorido y melancólico en la voz y en las miradas delante de Ángel que de . »Por la noche vino Guzmán. Nada sabía de lo ocurrido.

Al mismo tiempo dijo con voz débil, como si acabase de sentir una repentina enfermedad: No puedo, amigos míos... Esta noche me es imposible... Otro día, tal vez... Volvió á insistir el grupo de admiradores, y la condesa repitió sus protestas con un desaliento cada vez más doloroso, como si fuese á morir. Al fin, los invitados la dejaron en paz, para ocuparse en cosas más de su gusto.

Deste dicen que tuvo veinte mujeres, en las cuales hubo cincuenta hijos y hijas; del cual dicen no haber procurado más ser que le dejaron sus pasados. Y despues de los dias deste, sucedió en su lugar un hijo suyo que llaman Viracocha Inca, porque era muy amigable á los suyos y afable y los gobernaba en mucha quietud, dándoles siempre dádivas y haciéndoles mercedes.

Yo se la contaría á usted, señor comisario, pero temo molestarle. Además, no cómo termina; no me dejaron ver el final. El comisario había vuelto á mirar al techo y á silbar por lo bajo para distraer su impaciencia.

Dejaron, pues, a Granate en paz, y el marica cambió de conversación. Ahí vienen sus amigos, D. Cristóbal.

La espada que los embajadores dejaron á la ciudad se ha perdido, pero la carta existe, habiendo en 1882 testificado de su autenticidad, los japoneses que en aquél año visitaron nuestra ciudad, y posteriormente, en 1901, un catedrático de la Universidad de Yedo.

La voz del mozo rompió el silencio de la noche cantando: ¡Ay, que su amigo la espera! ¡Ay, que su amigo la aguarda! Al pie de una fuente fría, al pie de una fuente clara. Una sonrisa divina iluminó el semblante de la niña y cantó también muy quedo siguiendo el romance: Que por el oro corría, que por el oro manaba. Dejaron de sonar los pasos del joven.

Palabra del Dia

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