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Actualizado: 3 de mayo de 2025
Phs... huyendo de la noria de la Castellana... ¿Y V., generala? ¿Le gusta a V. también la filosofía? Por haber filosofado en casa es por lo que vengo aquí dijo riendo. Me duele un poco la cabeza, y temía marearme en la Castellana... Pero súbete, y darás una vuelta conmigo: después te dejaré donde quieras. Todo fue dicho en voz alta para que lo oyesen el cochero y el lacayo.
Quiero que mientras yo esté fuera veas a Engracia con frecuencia, y que si necesita algo se lo des; yo te dejaré cuartos... En fin, que sepa yo lo que hace. ¡Está más guapa! Corriente: haré eso y todo lo que me encargues. Nada más: no tengo persona de mayor confianza que tú.
Voy de paseo un rato con Andrés. De paseo... de paseo... ¡dichoso paseo!... Y yo aquí espera que te espera, a que le dé gana de tomar el chocolate. No te apures, mujer... Procuraré venir a tiempo. No, por mí puede quedarse por allá... Haré el chocolate a la seis, y lo dejaré quemarse al rescoldo... El cura de Riofrío quedó anonadado.
No creas que me mezclaré en la clase de retribución que adopte el cielo, ó que lo entregue á las garras de la justicia humana. Ni te imagines que intentaré algo contra su vida; no, ni contra su fama si, como juzgo, es un hombre que goza de buena reputación. Le dejaré vivir: le dejaré envolverse en el manto de su honra externa, si puede. Sin embargo, será mío.
Los ya despedazados monumentos de Mérida acaban de llenarme de asombro: levantaré una djama con las ruinas de los antiguos templos, y dejaré atrás en grandeza y en magnificencia la de Jerusalen, la de Bagdad, la de la misma capital de los califas.
Hubo un instante en que la vista se le turbó y estuvo á punto de caer. Entonces, elevando sus ojos á la sagrada imagen, murmuró con fervor: «¡Virgen María, asísteme!» La Virgen la asistió. Repentinamente quedó tranquila y se dijo con firme resolución: «Antes de que llegue á descubrirlo dejaré la casa y me iré á servir un amo en Oviedo ó Gijón».
No dejaré pasar ni una noche ni una mañana sin rogar por ella, y cuando vea delante de mis ventanas, a la otra parte de la calle, aquella ventana cerrada para siempre, o encuadrando otras caras, ¡cómo se partirá mi corazón de tristeza y de pesar, sino la entreveo a ella... allá en el cielo!... ¡Cuánto debo yo a mis buenas amigas! Creo verdaderamente que la amistad es la forma visible de Dios.
-Sea por lo que fuere -dijo don Quijote-; que más fío de tu amor y de tu cortesía; y así, has de saber que esta noche me ha sucedido una de las más estrañas aventuras que yo sabré encarecer; y, por contártela en breve, sabrás que poco ha que a mí vino la hija del señor deste castillo, que es la más apuesta y fermosa doncella que en gran parte de la tierra se puede hallar. ¿Qué te podría decir del adorno de su persona? ¿Qué de su gallardo entendimiento? ¿Qué de otras cosas ocultas, que, por guardar la fe que debo a mi señora Dulcinea del Toboso, dejaré pasar intactas y en silencio?
Dejaré esta encantada comarca de Granada; mas no ya para recorrer alcázares y templos, sino para ver ese Guadalquivir que fecunda los campos de Córdoba y Sevilla, ese Océano sin fondo que azota las murallas de la ciudad de Cádiz, ese sol que baja alli al fondo del mar ceñido de una corona de tinieblas. ¿Qué puedo ver ya en los monumentos de aquellas tres ciudades?
26 Y dijo: Déjame, que el alba sube. Y él dijo: No te dejaré, si no me bendices. 27 Y él le dijo: ¿Cómo es tu nombre? Y él respondió: Jacob. 28 Y él dijo: No se dirá más tu nombre Jacob, sino Israel; porque has peleado con Dios y con los hombres, y has vencido. 29 Entonces Jacob le preguntó, y dijo: Declárame ahora tu nombre. Y él respondió: ¿Por qué preguntas por mi nombre? Y lo bendijo allí.
Palabra del Dia
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