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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Explíquese usted, doña Rita. ¿Por qué no viene usted a buscarme? ¡Conque usted no ha cumplido la orden de mamá! ¡Conque el general ha tolerado que Narcisito deje a usted plantada y se venga él en la berlina! ¡Doña Rita, es usted un monstruo! Pues, señor, meditemos con serenidad y con calma.

Es necesario que la deje; hablando, nos hemos olvidado de que se iba haciendo tarde. Es verdad dijo ella; el sol camina ya hacia el ocaso. Adiós, señora. ¿Adiós? exclamó ella. ¿Es que se marcha usted de veras?

Le estoy viendo delante de , le estoy contemplando durante cuatro ó cinco minutos, quiero concentrarme, quiero abstraerme, quiero venerar, quiero que la idea de un ente supremo deje caer sobre mi alma una sombra inmensa; no puedo conseguirlo.

Cuando el robo no puede hacerse con violencia, se recurre a sobornar un dependiente que deje la puerta abierta, o se coloca en la casa una persona que lo haga, y que pasará en ella el tiempo necesario para acreditarse y alejar sospechas.

Comprendí que el hombre era un enfermo y que la alegría que acababa de recibir le había quitado el poco seso que solía tener, y dije para distraerlo: Deje el vuelto no más, no se preocupe: otro día me lo da. ¡Ah!... ¡!... ¡Bueno!... Y luego, pasándose la mano por la frente, exclamó, como quien vuelve de un sueño: ¿Ve?... ¡Ya se me iba la cabeza!... ¡Amigo, qué cosa!... ¡No puedo pensar en nada!

De Balsain, donde dejé mi arruinada casuca tres días . Voy en busca de mi hijo, que es montero del rey en Corvalle y me ha ofrecido cuidar de estos últimos días de mi vida. Deber suyo es hacerlo, que vos cuidasteis de él en su niñez. Pero ¿habéis comido? ¿Lleváis provisiones?

Son hermosísimos, como producto de varias civilizaciones, pero tristones, desesperados, lóbregos, reveladores del alma de un pueblo enfermo, que no halla mejor diversión que ver derramar sangre humana y patalear jacos moribundos en el redondel de un circo. ¡La alegría española! ¡El regocijo andaluz...! Deje usted que me ría.

No sea loco; no haga juicios temerarios. Deje en paz a las personas tranquilas. Pero Manzanares decía esto con un tono de mansa protesta, brillando al mismo tiempo en sus ojos cierta satisfacción.

No pude menos de reírme de la evidente sinceridad del cura, el cual dio un salto al oír la carcajada burlona que dejé escapar. ¿Ahora se ríe?... exclamó abriendo los ojos con intensa sorpresa. Qué hermosa es la juventud... Se llora y se ríe sin saber por qué...

Mi amo nos mandó darle de beber, y así no pudo excusarse, pero jurésela que me lo había de pagar; trújele la bebida en un vaso muy pequeño y penado y el vino aguado, de manera que lo dejé casi con la misma sed.

Palabra del Dia

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