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Actualizado: 24 de mayo de 2025
Estaría dispuesto a creerla, pero nada digo sobre ese punto como sobre otros muchos. No corresponde a un desertor decirles ¡fuera! a los innumerables valientes que luchan allí mismo en donde él no supo mantenerse. Por otra parte, se trata de mí, de mí solo, y para acabar con el principal personaje de este cuento, le diré a usted que mi vida comienza.
Y en voz alta: Y alguna garantía me han de dar ustedes también... digo, me parece que.... ¡Toma! los estudios. Escoja los que quiera.» Echando en redondo una mirada pericial, Torquemada explanó su pensamiento en esta forma: «Bueno, amigos míos: voy á decirles una cosa que les va á dejar turulatos.
Ir a Francia, encontrar en la estación de San Sebastián o San Juan de Luz a algunas familias españolas conocidas y decirles, después de los primeros saludos: «Voy a Arcachón», era como confesarse emparentada con el padre Eterno.
Prodigáronse frases depresivas, injurias, improperios, todo género de insultos, con tal rabia, que San Pedro no pudo menos de decirles: ¡Pero hijos míos... ¿no habéis sabido despojaros de las miserias humanas y pretendéis entrar ahí? Para traspasar esa puerta es preciso estar limpio de odio y de rencor, de todo sentimiento perverso y torpe.
Las atenciones que Esperancita le guardase, las tomaría como dirigidas a su propia persona. Así que, al verlos del brazo, se conmovió profundamente, y al acercarse a ellos para decirles algunas palabras insignificantes no pudo menos de ruborizarse.
Por las mañanas, la gente acudía á los baños del Real á refrescarse, y los mancebos tenían ocasión de acercarse á las zagalas para decirles mil requiebros hiperbólicos, y lo que aún era mucho más grato, para ver sus blancos pies desnudos y observar la graciosa curva de sus formas bajo el leve, flotante, vestido de baño.
Mira, Tono, no hay cosa que más me guste que decirles por lo bajo a todas las sin vergüenzas que pasean por el Retiro: "¡Andad, andad, hambronas, que si a mí se me antoja os puedo enterrar en billetes de Banco!..." ¿Verdá tú, salao? "¡Malísimo!" volvió a decir el duque en su interior; y en voz alta: Algunos hay, preciosa; algunos hay en casa.
El Lucero botaba, corría como si en vez de dos cuerpos robustos llevase sobre el lomo un hacecillo de paja. Y resoplando furiosamente parecía decirles: «No tengáis cuidado, queridos, que por mí no quedará!» Nadie parecía por la desierta carretera. Los árboles, las granjas, las ventas quedaban atrás, como si no valiesen nada, como si no significasen nada para aquel potro valeroso.
Sí, es lo primero que tengo que hacer; hay que avisar a los leñadores, a los carboneros, a los almadieros, y decirles lo que ocurre. Desde luego; no dejes de ver a Materne del Hengst y a sus dos hijos, a Labarbe de Dagsburg y a Jerónimo de San Quirino.
Y no entro con ellos en pelea para decirles cuatro cosas que se me vienen á las mientes, porque tal vez lo vaya haciendo insensiblemente, y, sobre todo, porque me llaman al orden los asuntos del mayorazgo, los tacos de sus dos mozos de labranza, y los aspavientos de su ama, á causa de que, con sus recientes ilusiones, el solariego descuida el caballo, no siega nunca el retoño, deja todo el peso de la labranza á los criados y no habla más que de Madrid y de su amigote.
Palabra del Dia
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