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Actualizado: 1 de junio de 2025
«Sea como usted quiera,» la había dicho, «pero ese hombre la dejará a usted una vez más.» ¿No había ido aún más lejos con el pensamiento? El temor de ser desdeñado no lo había impulsado a apretarle la mano y a decirla con dureza: «¿Y por un hombre como aquel me rechaza usted a mí? ¿Y después de haberse perdido usted por él, por él, se niega usted a rescatarse?...»
Aquella misma noche aprovechó el momento en que Cecilia vino a encenderle el quinqué al despacho, para decirla risueño: ¿Tienes algo que hacer ahora, Cecilia?... ¿No?... Pues siéntate un momento, que voy a confesarte. La joven le miró con sus grandes ojos claros y suaves, donde se pintaba la sorpresa. Gonzalo la obligó a sentarse. ¿Tienes novio? la preguntó bruscamente.
Desesperado, uno de sus adoradores llegó á decirla: «Deme usted siquiera la limosna de un beso». Pero ella, aludiendo con una sonrisa á las veleidades que la murmuración la atribuía, repuso: «¿Una limosna así?... Imposible. Tengo mis pobres...» En sus ratos escasos de soledad y melancolía, la hermana de Frétillon y de Lisette también era poetisa.
Pepe calló, sin temor a que ella supiera toda la verdad, pero sin valor para decirla con sus propios labios.
En buena Lógica el argumento negativo para hacer prueba, entre otras cosas pide, que el sugeto que calló la cosa pudiese y tuviese necesidad de decirla. El Pueblo se gobierna mas por los sentidos que por la razon: los bienes sensibles le atrahen, y los moles sensibles le hacen temer, y le contienen.
Sobrevino la justicia; ocultose el suceso a mi madre, que fuera impío decirla recién parida que se había quedado viuda y con aquellas apariencias; el mundo no juzga más allá de lo que se ve en la superficie, y todos echaron a la peor parte lo que había acontecido, y díjose, porque así lo creyeron, que mi padre, enamorado de la hermosura de Lisarda, secretamente se había venido de Nápoles, y con Lisarda se veía en secreto, y que tal vez algún otro enamorado, celoso de Lisarda, las dos muertes había hecho.
La Marquesa, sin malicia, como ella hacía las cosas, llamó a su lado a Anita para decirla: Ven acá, ven acá, a ver si a ti te hace más caso que a nosotras este señor displicente. ¿De qué se trata? De don Fermín que no quiere venir al Vivero.
Permanecimos juntos largo rato discutiendo la situación. La razón de su odio a Dawson no quería decirla, pero esto no me causaba sorpresa alguna, porque en su actitud veía el deseo de ocultar algún secreto del pasado de su padre.
Ciertamente necesito decirla vuestra resolución. Pues decidla, además, que prepare esta misma noche un aposento con lecho en su casa, y que cuando llame á su puerta uno que se nombrará sobrino mío, que le reciba, que yo respondo de los gastos.
La niña, hízole, entonces, disimuladamente, una señal para que siguiese más lejos y, cuando creyó haber burlado la vigilancia de las dueñas, pidiole que pasara a su jardín. Se saludaron como en un estrado y Ramiro no acertó a balbucear uno solo de los ingeniosos conceptos que había ordenado para decirla. Aquel juego se repitió muchas veces.
Palabra del Dia
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