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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Se metían en un coche de tercera clase, entre aldeanos alegres, frescos, colorados; Quintanar dormitaba dando cabezadas contra la tabla dura; Frígilis repartía o tomaba cigarros de papel, gordos; y más decidor que en Vetusta, hablaba, jovial, expansivo, con los hijos del campo, de las cosechas de ogaño y de las nubes de antaño; si la conversación degeneraba y caía en los pleitos, torcía el gesto y dejaba de atender, para abismarse en la contemplación de aquella campiña triste ahora, siempre querida para él que la conocía palmo a palmo.

De alegre, decidor y bromista, se hizo triste, callado y serio; algunos días hasta se mostraba desabrido y seco con los enfermos; en el salón del balneario apenas ponía los pies; negose a recibir fuera de las horas marcadas para la consulta y, por último, su semblante adquirió una expresión de melancolía que hubiese justamente alarmado a sus padres y amigos si de improviso llegaran a Saludes.

Y nunca estaba Jacinta más celosa que cuando su marido se daba aquellos aires de formalidad, porque la experiencia le había enseñado a conocerle, y ya se sabía, cuando el Delfín se mostraba muy decidor de frases sensatas, envolviendo a la familia en el incienso de su argumentación paradójica, picos pardos seguros.

El estuvo apasionado y decidor: Las palabras amorosas son las cuentas de un collar, en saliendo la primera salen todas las demás.

Pronto adquirió fama en la Universidad de buen estudiante, y más particularmente de muchacho despejado e ingenioso. Comenzó a llamársele entre los compañeros Riverita a causa de su figura exigua y también por su carácter alegre y decidor.

Este era el alma de la tertulia por lo bullicioso y decidor. Inteligente, instruído, perspicaz, oportuno, hacía que le oyéramos sin darnos cuenta de las horas que pasaban. Recibió el título a mediados del 67; había estudiado en Villaverde, en Pluviosilla y en México.

A bordo del Neblí venía como agregado, un joven que había dejado las rutinarias y graves carreras universitarias, optando por inscribirse en Cádiz en la matrícula del colegio naval. López Ródenas se llamaba el prófugo de la Universidad de Madrid, en cuyos claustros siempre se había distinguido como calavera, decidor y camorrista.

El tío Merlín reunía á la condición de listo la fama de celebre, nombre que entre los aldeanos equivale á decidor, oportuno, chistoso; circunstancia que, por sola, dice bastante para que todos los lectores comprendan el dominio que el tío Merlín ejercería sobre sus convecinos.

Manuel Antonio se mostró jovial y decidor, trató de alegrarla cuanto pudo, atrayendo de nuevo la sangre a aquel corazón ulcerado para que la puñalada fuese más dolorosa. Pidió chocolate, lo tomaron jaraneando lindamente: Amalia llegó a olvidarse de sus preocupaciones. Y cuándo más olvidada estaba ¡zas! la bomba.

No qué propensión tiene la humanidad a alegrarse del mal ajeno; pero he observado que el público sale más alegre y decidor, más risueño y locuaz de una representación silbada: el autor, entretanto, sale confuso y renegando de un público tan atrasado: no están todavía los españoles dice para esta clase de comedias: se agarra otro poco a las intrigas, otro poco a la mala representación, y de esta suerte ya puede presentarse al día siguiente en cualquier parte con la conciencia limpia.

Palabra del Dia

hociquea

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