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Ródenas soñó con el beato santo, y ya que no podía echar cuentas con su tutor, las echó consigo mismo, resolviendo variar de vida, emprendiendo la carrera de la marina mercante, confiando en que un lejano pariente armador le daría con el tiempo el mando de alguno de los barcos de la casa.

Murió me dijo muy bajito de amor; al día siguiente al en que se encontró el cadáver de Hasay, debía Lola casarse con López Ródenas. Hasay estaba enamorada de Ródenas. ¡Amaba sin esperanza!...

Las horas que le dejaban libres el aula y los libros que eran casi todas, las pasaba entre requiebros, cañas y jolgorios. Jamás estudiante alguno ha corrido la calle de la Luna, llevando con más gracia la recortada torera; jamás pirata callejero, ha sabido mejor poner facha y dar caza á la picaresca y alegre modista; jamás ha entrado en casa de Botín joven alguno tan rumboso como Ródenas.

Ródenas era todo un buen muchacho, que se dormía con los textos de las Pandectas, que derrochaba la fortuna de sus mayores, que gustaba de las mujeres, daba jaqueca á los padres y maridos, y de cuando en cuando los disgustos iban precedidos de alguna que otra de cuello vuelto que obligaban al paciente á que Nogués le carenase una muela ó una mandíbula.

A bordo del Neblí venía como agregado, un joven que había dejado las rutinarias y graves carreras universitarias, optando por inscribirse en Cádiz en la matrícula del colegio naval. López Ródenas se llamaba el prófugo de la Universidad de Madrid, en cuyos claustros siempre se había distinguido como calavera, decidor y camorrista.