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Actualizado: 5 de junio de 2025
¿Es pariente vuestro este hidalgo, Dorotea? dijo cuando se hubo sentado, y con cierto espíritu de protección. Algo más que pariente dijo con descaro la Dorotea ; es... mi amigo, y el amigo á quien más quiero. Miró de alto á bajo don Bernardino á Juan Montiño, como buscando la razón, el por qué del cariño de Dorotea hacia aquel hombre. Debéis ser forastero dijo don Bernardino.
De vuestra pasta se han hecho santos, guerreros, poetas y mil hombres eminentes. ¿Es esta una masa podrida que no sirve ya para nada? ¿Debéis desaparecer para siempre, dejando el puesto a otra cosa mejor, o sois capaces de echar fuera la levadura picaresca, oh nobles descendientes de Guzmán de Alfarache?... Adiós, Sr. Monipodio, Celestina, Garduña, Justina, Estebanillo, Lázaro, adiós.
Mañana os propondrá... os preguntará si queréis ser su mujer. No lo rechacéis. La mujer de Mathys exclamó la viuda con extrema palidez en las mejillas . ¿Yo la mujer de ese hombre vulgar y bajo? Os equivocáis respecto al sentido de mis palabras interrumpió la campesina . No digo que debéis ser la esposa de ese hombre despreciable. Aceptad su proposición en apariencia.
Le buscamos por todas partes y no le encontramos. Os suplico, condesa, que nos digáis dónde se halla: ¡vos debéis saberlo! LOS BARONES. ¡Es terrible! ¡Insultan a la condesa! ELSA. ¡Pero yo no le he visto! VALDEMAR. Eso no es verdad; nos ha dejado para correr junto a vos. ¡Le habéis visto! Llamad al conde: ¡insultan a su hija! ¡Nos han hecho esperar todo el día!
Dicho esto, el señor Macey hizo una pausa, esperando quizás algún signo de emoción por parte de su interlocutor. Viendo que Marner no decía nada, prosiguió: Y en cuanto al dinero para el traje completo, debéis ganar con vuestro telar una libra esterlina por semana, maese Marner, y todavía sois joven, me parece, aunque parezcáis muy agobiado.
¡El sobrino del cocinero mayor! ¡el señor estudiante! ¡el señor capitán! ¡el embustero! ¡el mal nacido! ¿Pero qué granizada es esa, amiga mía? Debéis saberlo vos. Vos, que habéis formado la tormenta. ¡Pero yo me tengo la culpa! ¡Yo no debí recibiros! ¡yo debí conoceros! el que se atrevió á enamorarme en el convento cuando yo pensaba ser monja...
Aseguro que lo que pasó en seguida fue ajeno a mi voluntad, y no debéis pensar mal de mí.
Tengo para mí que os deben llevar por la derecha. Y vos debéis iros por la izquierda dijo la mujer. Bien me lo sé. Adiós. Adiós. Y se oyeron los tardos pasos de Quevedo que se alejaba. ¿Dónde estáis, caballero? dijo la joven que había abierto el postigo. Junto á vos, á lo que parece contestó don Juan. Dadme la mano que os guíe.
Velar por el rebaño que Dios os ha confiado debéis, y no entremeteros en asuntos terrenales, y mucho menos en conspiraciones y luchas políticas, que eso, que nunca está bien en una mujer, no puede verse sin escándalo en una monja, y en monja que tiene el más alto cargo á que puede llegar, y por él obligaciones que por nada debe desatender.
¿Y qué más? interrogó Mariana con una sonrisa indiferente y burlona que no dejó de desconcertar a su marido. ¿Y qué más?... pues es muy sencillo... he querido deciros que podéis contar con mis más sinceros sentimientos... pero que no debéis de esperar esas ternezas... es decir, las costumbres de uso en un matrimonio de aldea.
Palabra del Dia
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