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Actualizado: 7 de junio de 2025


El deán de la catedral, su amigo y confesor, avanzó con la Hostia levantada. Los presentes se hincaron de rodillas. Reinó un silencio lúgubre.

La figura parecía dibujada por Alberto Durero, tenía el color del Veronés, la elegancia de Boticelli, era tan decorativa como si la hubiese dispuesto Tiépolo, y tan real como si en ella hubiese puesto mano Diego Velázquez. El deán creyó volverse loco de contento. «¡Qué artista, qué prodigio! pensaba. ¡Y qué ojo he tenido yo, porque sin nada de esto tendría la catedral

El Tesorero ordenó al Padre Montero que avisase al Deán, y la nueva corrió rápidamente, pues a los pocos momentos acudieron varios canónigos y prebendados, quienes anunciaron que Su Eminencia en persona iría a comprobar con sus propios ojos el inexplicable y audaz atentado.

Dejole largo rato que la contemplase a su sabor, y luego, de un tirón, descorrió la segunda tela. La figura que ocultaba era infinitamente superior a la primera, y el deán se deshizo en elogios y alabanzas. Pero esto no fue nada comparado con lo que experimentó y dijo al descubrir el artista el tercer lienzo.

Los deberes sociales replicó Glocester tranquilo, con almíbar en las palabras, pausadas y subrayadas los deberes sociales, con permiso de usted, son respetabilísimos, pero quiere Dios, consiente su infinita bondad que estén siempre en armonía con los deberes religiosos.... ¡Absurdo! exclamó Ripamilán dando un salto. ¡Absurdo! dijo el Deán, cerrando de un bofetón la caja de nácar.

Y entonces Moro se apresuraba a dar los tres o cuatro tacazos definitivos, y entre uno y otro se hacía poner el abrigo por el mozo para no perder tiempo, y pagando o cobrando con mano nerviosa el saldo de su cuenta, corría desalado con la lengua fuera hasta casa del deán. El tresillo de éste duraba hasta las ocho. A casa a cenar. A las nueve, escapado a la de D. Pedro Quiñones, a empalmarlo.

La catedral se quedó con las pechinas en blanco, y Molina vendió los lienzos a un inglés. Pasado algún tiempo, el deán cogió una pulmonía en el coro, y el pintor se volvió tísico, muriendo ambos con diferencia de unas cuantas horas.

No solo él mesmo fué grande letrado; pero en tiempo que en el judaismo fué casado, tuvo tres hijos grandes letrados, de los cuales el mas señalado fué don Alfonso de Cartagena, dean de Segovia, que sucediendo en el obispado inmediatamente al padre fué obispo de Burgos i fué el que escribió la Genealogía de los reyes de Castilla i Leon, que algunas veces se ha citado.

El arcediano de Córdoba D. Alfon fué muerto violentamente, y el dean D. Anton Martin publicó que esta muerte se habia hecho por órden del rey. Sintió mucho D. Enrique que se le designase como autor de este atentado, y en venganza mandó quitar la vida al dean.

Ciento veinte y cinco libras de dulce muy rico, para los señores; así los que fueran como los que dejaran de ir, y los señores coadjutores una libra para cada uno. Media arroba de dulce hecho en monjas, para la fuente que el señor dean pasa al Asistente.

Palabra del Dia

vorsado

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