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Actualizado: 28 de mayo de 2025


Del lugar do me pusiste, Me procuran derribar: Pero quién podrá acabar Lo que una vez, , subiste? Ya viene Zara y su arenga. Ay enfadosa porfia! Como que me falte el dia Antes que la noche venga! Valedme, Silvia, bien mio, Que si vos me dais ayuda, De guerra mas ardua y cruda Llevar la palma confio. Aurelio? Señora mia?

¡Condiciones! ¡condiciones yo á vos! ¡qué condiciones puede dictar el esclavo á su señor! ¡cuán poco me conocéis, por mi desdicha! Entonces, ¿por qué no me dais esa orden?

Bendito seáis vos, Señor -quedé yo diciendo-, que dais la enfermedad y ponéis el remedio! ¿Quién encontrara a aquel mi señor que no piense, según el contento de lleva, haber anoche bien cenado y dormido en buena cama, y aun agora es de mañana, no le cuenten por muy bien almorzado? ¡Grandes secretos son, Señor, los que vos hacéis y las gentes ignoran! ¿A quién no engañara aquella buena disposición y razonable capa y sayo y quién pensara que aquel gentil hombre se pasó ayer todo el día sin comer, con aquel mendrugo de pan que su criado Lázaro trujo un día y una noche en el arca de su seno, do no se le podía pegar mucha limpieza, y hoy, lavándose las manos y cara, a falta de paño de manos, se hacía servir de la halda del sayo?

Bueno, señor cura, ayer recibí una carta suya. Está bueno, no se queja, sólo dice que no hay Kroumirs allá... ¡Pobre muchacho! yo he hecho algunas economías este mes, y podré enviarle diez francos. Le enviaréis treinta... Tomad... ¡Veinte francos! ¡señor cura, me dais veinte francos! , os los doy... ¿Para mi hijo?

Pues bien veo que son tiros Que al alma asestando estás. Con ellos y con los ojos Dices más que con la lengua, Para que trague mi mengua Poco a poco tus enojos. ¿Quieres matar con sangría O dasme el veneno a tragos? Los hombres dais tales pagos. ¡Ay de la que en hombres fía! ¿Qué suspiras, di, traidor?

Tarde de arrepentidos dais la muestra, Poco vuestra amistad me satisface, De nuevo ejercitad la fuerte diestra, Que quiero ver lo que la mia hace, Ya que ha puesto en ella la ventura La gloria mia, y vuestra desventura: A desverguenza de tan largos años Es poca recompensa pedir paces: Seguid la guerra, renovad los daños, Salgan de nuevo las valientes haces.

Quevedo había hecho llegar, valiéndose de frases hinchadas y misteriosas para obligar á los ciados, una carta al duque de Lerma, una carta que sólo contenía estos tres renglones: «Excelentísimo señor: Tengo en mis manos el cuchillo que puede cortaros la cabeza; pero yo os daré este cuchillo si me dais licencia para hablaros. Francisco de Quevedo

No os apuréis, buena mujer, que yo espero mejorar algo el cuadro, dijo Roger, si vos me dáis los colores y pinceles del artista Ferrus.

Palabra del Dia

atormentada

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