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Este hombre cuyo nombre figurará más adelante en este relato se llamaba Andrés, y en su calidad de hijo del país y casi de hijo de la casa, tenía con respecto a su amo tanta privanza como ternura.

Se puso el sol. Tras el breve crepúsculo vino tranquila y oscura la noche, en cuyo negro seno murieron poco a poco los últimos rumores de la tierra soñolienta, y el viajero siguió adelante en su camino, apresurando su paso a medida que avanzaba la noche.

16 Los hijos de Joacim: Jeconías su hijo, cuyo hijo fue Sedequías. 17 Y los hijos de Jeconías: Asir, cuyo hijo fue Salatiel, 18 Malquiram, Pedaías, Senazar, y Jecamías, Hosama, y Nedabías. 19 Y los hijos de Pedaías: Zorobabel, y Simei. 21 Los hijos de Hananías: Pelatías, y Jesaías, hijo de Refaías, hijo de Arnán, hijo de Abdías, hijo de Secanías.

En malayo, makasar, sundanes, javanés, dayak, lo mismo que en la mayoría de lenguas filipinas, se dice laksa, voz de orígen sanscrito, cuyo significado en aquella lengua es de cien mil. No pára aquí la denominación especial para números de una cantidad elevadísima. El tagalog emplea aún la siguiente: * YOTA, SANGYOTA, cien mil: Sang es una forma del numeral uno.

Olor de polilla y de flores mustias y de perfumería podrida y descompuesta por la vejez, salía de aquellos despojos. Veíanse también por el suelo, junto al armario, zapatos y botitas apenas usados, y un corsé cuyo cordón suelto describía rúbricas por el suelo. Mirando esto, la marquesa recordó el más triste detalle de aquel día triste.

La rociada de la batería oculta pasó á lo largo de la avenida, barriendo los vivos, destrozando por segunda vez á los muertos, matando los caballos, rompiendo las ruedas de las piezas, haciendo volar un armón con llamaradas de volcán, en cuyo fondo rojo y azulado saltaban cuerpos negros. Vió centenares de hombres caídos; vió caballos que corrían pisándose las tripas.

Es grande su soledad y aislamiento; pero ¿difiere acaso en esto de los demas palacios? Hay pocas ciudades cuyo conjunto revele menos su pasada gloria que el de la ciudad de Córdoba.

Obispo turolense D. Francisco Perez de Prado, tiene en su parte principal la Purísima, con cuya condición el prelado ayudó con sus fondos particulares a la construcción: al lado de la Epístola y en una urna, se ve a Santa María Magdalena, de bulto, en actitud penitente y contemplativa, perfectamente acabada: debajo del órgano hay un altar de San Jorge, de bastante mérito, y que se supone con mucho fundamento ser de la época del Rey D. Jaime, así como un Nazareno con la Cruz a cuestas, que va en las procesiones de Semana Santa: el mencionado Rey D. Jaime, cuyo retrato se conserva al lado del retablito de San Jorge, fundó en 1262 una cofradía de Caballeros de Teruel, siendo el monarca el primer cofrade: hay en la Secretaría de esta Iglesia un San Juan Bautista de cuerpo entero, que patentiza la valentía del pincel que le esculpió en el lienzo.

Pero bien examinada la materia, parece mas probable que no hay necesidad de ningun intermedio; excepto un signo que sirva de enlace á los elementos sensibles, y con cuyo auxilio se encuentre el punto donde se han de reunir, y las condiciones á que se han de sujetar.

Eran las once y media, y la luna iluminaba melancólicamente la magnífica escena del pequeño puerto de Dover, en cuyo fondo se destaca, como un inmenso puente de mampostería y madera lanzado hacia las ondas, el muelle que facilita el embarque sobre los vapores.