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Pues no sabe usted lo mejor añadió Manolita, gozándose en el asombro de la otra, el cual más bien parecía espanto . La custodia, sabe usted, la custodia en que se pone al propio Dios, también vino de allá. Fue regalo de Barbarita, que hizo promesa de ofrecerla a estas monjas si su hijo se ponía bueno. No vaya usted a creer que es de oro; es de plata sobredorada; pero muy mona, ¿verdad?

Todos los comestibles de precio que destinaba á su hijo iban á servir para que los reservistas de Alemania encargados de la custodia de los prisioneros cenasen alegremente, con una alegría de mastines feroces, brindando por la gloria de su kaiser y el triunfo de su pueblo sobra el mundo entero. ¡Dios mío! ¿Qué hacer?...

Señor vecino de esta ciudad de Sevilla doy fe que oy dia de la fecha siendo como las seys de la tarde, estando en el Real Convento de Monjas de Madre de Dios de esta Ciudad, que es del orden de Santo Domingo, en la Capílla maior de el, vi que del dho. convento salio la prozesion del Corpus, que todos los años acostumbra hazer, la qual empezo a salir por la puerta principal de la Iglesia, y despues de auer salido los santos de la dha orden, se siguio la custodia, en la qual íba colocada la SSma.

Era especialmente notable mi rica colección de plata labrada; componíase de varias docenas de candeleros, grandes y pequeños, atriles, vasos y macetones ornamentales; no pocos blandones; algunos cálices y copones; y una custodia que me complacía yo en atribuir a Juan de Arfe y Villafañe.

Y por esa, fijando su mirada en aquella cruz tosca de madera enfrente de él en la pared colgada, mientras la muerte su semblante altera así piensa en su mente, casi helada: «Yo no hice á nadie mal; nunca en mi vida »en venció al deber pasion alguna, »y al bien y á la virtud con ánsia ardiente »mis fuerzas consagré desde la cuna. »La oracion y el ayuno, rudamente »á la carne rebelde han amansado, »y ha sido de mi vida en el pasado »mi orgullo la humildad, mi lecho el suelo, »mi amor el bien y mi ambicion el cielo. »Mas por cuidar del alma, he descuidado »el cuerpo á mi custodia confiado, »y devuelvo á la tierra sus despojos, »por rudas penitencias macerado, »blandas las carnes y los nervios flojos. »Yo, del caudal de fuerzas en unidas »para crecer al riego del trabajo, »sin pensar que mi vida era cien vidas, »que nada creó Dios que inútil sea, »enamorado loco de una idea »he dejado los gérmenes secarse »sin cumplir su mision, comun á todo, »de crecer, dar el fruto, y trasformarse... »Justo será el castigo, aunque severo... »¡Tu mandato, Señor, olvidé impío! »¡En vano de mi afan el logro espero! »Culpable soy... ¡Perdon! ¡Perdon, Dios mio!» Y al elevar sus ojos á la altura, una lágrima, mundo de amargura, cae de sus ojos á sus labios yertos; suspira, un nombre y un adios murmura, y queda con los ojos entreabiertos.

Aparte de estas penalidades, Gabriel estaba satisfecho de su escapatoria extraordinaria a través de la ciudad. Reía pensando en lo que hubiera dicho la muchedumbre arrodillada con veneración, de conocer al que asomaba sus ojos por debajo de la custodia.

Currito salió, pues, de su casa, como de estampía; y, según hemos visto, se puso a ejercer su misión avasalladora y morigeradora de mujeres, en defensa y custodia de su hermana la estanquera y del resplandeciente Sol de Tarifa, de quien estaba o aparentaba estar enamorado.

Para la custodia de esta joya, tanto más que la fortaleza, importan la modestia y el constante cuidado. Conviene no desechar el temor de perderla, y conviene huir del peligro, porque quien ama el peligro en él perece.

Sobre todos los númenes te elevas cual Dios único. ¡Oh custodia y faro de la verdad! ¿Eres el Dios a quien debemos ofrecer holocausto?».

Vivía casi siempre retraída en el castillo, donde no veía ni hablaba a nadie más que a su madre, a su hermano y a las gentes que los servían. A fin de gozar, no obstante, de cierta libertad y de poder ir de vez en cuando a Viena sin otra custodia que la de su doncella, a los veintidós años se había hecho stiftdame o sea canonesa.