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Actualizado: 9 de julio de 2025
Aquel programa famoso de distracciones y placeres formado entre Quintanar y Visitación, había empezado a caer en desuso a los pocos días, y apenas se cumplía ya ninguna de sus partes.
Unos pensaron que, sin duda, no veía yo con malos ojos a Teresa o a Luisa; otros que, acaso, no cumplía yo con mis deberes; y todos que.... ¡No me atrevo a repetirlo!
Doña Sol reía de su parquedad, del miedo con que tocaba a los platos y las copas. Gallardo acabó por admirarla. ¡Vaya un diente el de la rubia! Acostumbrado a los remilgos y abstenciones de las señoritas que había conocido, las cuales creían de mal tono comer mucho, asombrábase de la voracidad de doña Sol y de la distinción con que cumplía sus funciones nutritivas.
Las mujeres gimoteaban al verle, con una ternura compasiva. ¡Pobrecito! ¡Y con qué santo fervor cumplía su penitencia!... Todos recordaban en el barrio su crimen sacrílego. ¡El maldito vino, que vuelve locos a los hombres!
Y don Benigno cumplía su cometido como pastor vigilante y celosísimo, rondando el rebaño noche y día, para que el lobo no le arrebatase las ovejas, y criando algunas con esmero y a la mano para ofrecerlas al esposo bíblico. Nada puede igualarse al ardor con que don Benigno procuraba esposas al Altísimo.
Cayeron sobre el encorvado espinazo del viejo, que estaba, como siempre, con la azada en las manos y la vista en el surco. Cumplía su destino con la indiferencia y el valor de un disciplinado soldado de la miseria. Trabajar, trabajar mucho, para que no faltase la cazuela de arroz y la paga al amo.
Pudo ella dudar si esta ley se cumplía entre las gentes con todo rigor; pero bastábale ser honrada y tener sentido común para comprender que la ley no carecía de fundamentos, y que no se obraba contra justicia aplicándola al pie de la letra.
Ni doña Paula ni Teresa olvidaban jamás estos pormenores. Ellas eran las encargadas de oír la campana del coro, de apuntar las misas, de cuanto se refería a los asuntos del rito. De Pas cumplía con estos deberes rutinarios, pero necesitaba que se los recordasen. ¡Tenía tantas cosas en la cabeza!
Así exclamaba, para sus adentros, el forastero al contemplar la fe y el placer con que su amigo cumplía los preceptos que se le imponían, y las muestras de la caridad que guardaba siempre en su sencillo corazón.
El pobre muchacho había contado conmigo como un segundo padre, y yo lo abandonaba, pasándome al enemigo con armas y bagajes. ¡Vean ustedes cómo cumplía yo la palabra que había dado a Pütz en su lecho de muerte!
Palabra del Dia
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