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En la vida de San Vicente Ferrer, impresa en su novena, se refieren los siguientes milagros, y no hay duda alguna que quien cree en ellos, no puede de ninguna manera cultivar las funciones de su inteligencia. "Una mujer dió a luz un pedazo de carne sin figura humana.

Siete leguas después de estos montes corre su río, junto al cual está situada la laguna Neugetures, en que entra un río que baja de las tierras de los Guamas. A lo largo de esta laguna viven lo más del año estos bárbaros, y allí crían muchas manadas de caballos y mulas, sirviéndose de los Guamas como de esclavos, para cultivar la tierra y sembrar el tabaco que se aquí en gran abundancia.

Sumamente montaraces huyen de todo trato social, y cuando alguna vez los misioneros han conseguido que habitaran en las misiones ó pueblos de conquistas, poco han tardado en abandonar el poblado, volviendo á su vida errante en lo más intrincado de los montes, donde siembran sus cosechas, é inmediatamente de hecha la recolección levantan campo, y hasta que las necesidades de cultivar lo exigen no vuelven á pernoctar en sitio determinado, dedicándose á su pasión favorita que es la caza.

Pero el Ferrer era hombre de oficio, poco entendido en materias agrícolas, y aunque todos los ibicencos mostrábanse igualmente dispuestos a cultivar la tierra, echar una red en el mar o hacer un alijo de contrabando, pasando fácilmente de un trabajo a otro, él quería para su hija un verdadero labrador, habituado toda su vida a arañar el suelo. Su resolución era inquebrantable.

Si deseaba retirarse al campo, no le atraía tan sólo la perspectiva de dar rienda suelta a instintos selváticos, de andar sin corbata, de no pagar tributo a la sociedad, sino que le solicitaban aficiones más delicadas, de origen moderno: el deseo de tener un jardín, de cultivar frutales, de hacer obras de albañilería, distracción que le embelesaba y que en el campo es más barata que en la ciudad.

Después de esto los Turcos soberbios, y atrevidos con la victoria tan sin pensar alcanzada, corrieron por toda la provincia de Thracia talando, y destruyendo lo que podian, sin que Andronico se les opusiese; y esto por el espacio de dos años, con tanto temor de los naturales, que dexaron de salir á cultivar la tierra. Philes Paleologo vence á los Turcos, con que todos quedaron muertos, ó presos.

Aquí llenó las esperanzas que de él se tenían con el fervor de espíritu y con la inocencia de la vida, teniendo todo su gusto en Dios. Tuvo por este tiempo noticias de la llegada á España de los PP. Cristóbal de Grijalva y Tomás Domidas, procuradores de esta provincia, que venían por operarios evangélicos para cultivar y mantener esta dilatada viña del Señor.

El automóvil rodó toda la tarde, deteniéndose algunas veces en los caminos congestionados por el largo desfile de los convoyes. Pasaron á través de campos sin cultivar, con esqueletos de viviendas. Corrieron á lo largo de pueblos incendiados que no eran mas que una sucesión de fachadas negras con huecos abiertos sobre el vacío.

Quedó el P. Joseph extrañamente maravillado y pensativo, por no entender qué se le quería significar con aquella visión, hasta que pasando poco después por orden de los Superiores á la conversión de los Chiriguanás lo conoció en la Reducción de San Ignacio, donde aunque había gran multitud de gente, con todo eso el hablarles de su conversión era predicar á las piedras, ó como dicen, en desierto, sin poder reducir ni aun uno sólo de aquellos obstinados, ni tener aún un sirviente que le asistiese en el altar, por lo cual se vió obligado á cultivar con sus manos una huertecilla, y con el sudor de su rostro recoger alguna cosa con qué pasar la vida; iba en persona al bosque á traer un haz de leña y al río por un cántaro de agua, mirándole entre tanto aquellos bárbaros sin moverse á ayudarle.

Pero desde hace ya miles de años, los pueblos arianos, de evolución en evolución han cesado de ser cazadores, y se dedican á cultivar la tierra, tomando á la vez por compañeros ó víctimas á los toros descendientes del urus salvaje que perseguían en el bosque en otras edades, En nuestros días, los pieles rojas, tan combatidos por los americanos, y que presencian la dispersión de los ganados al ruido de las locomotoras que pasan silbando por las praderas, aprenden también á uncir los bueyes al yugo, y pasan sin transición del estado de cazadores al de pastores y cultivadores del suelo.