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Actualizado: 19 de junio de 2025
Haré con vuestra ayuda este cuaderno, Del Argentino reino recontando Diversas aventuras y estrañezas, Prodigios, hambres, guerras y proezas.
¡Oh Padre de los Maestros! dijo . Mañana tendré el honor de entregarle una traducción hecha en nuestro idioma de los versos que he encontrado en el cuaderno de bolsillo del Gentleman-Montaña. Sería deplorable que los altos señores del Consejo decidiesen su muerte.
Ella había hecho estudios de bachillerato; tenía arriba en su habitación un cuaderno lleno de versos, y sin embargo, no venía ningún príncipe de leyenda á llevársela, regalándole un hotel igual al de la otra. La vieja marchó de asombro en asombro al recorrer los salones de la bailarina.
¡Gracias, dijo fríamente aquella mujer, y se despidió de mí. Cuando me quedé solo, busqué el cuaderno donde estaban consignadas mis obligaciones, y anoté lo siguiente: «Doscientos cuarenta reales para Amparo.» Yo había hecho esto por temperamento, por costumbre, no por caridad. Me acosté y me dormí. Cuando desperté al día siguiente, había perdido el recuerdo de aquella aventura.
Guardaba en la cómoda, amorosamente, junto al pañuelo perfumado, un grueso cuaderno, donde escribía sus más íntimos pensamientos y donde le rogaba al doctor que renunciase a sus visitas cotidianas al restorán Babilonia, al champaña y a la vida de libertino que ella sospechaba.
En medio de esa mesa de despacho, había un gran cuaderno abierto... Era Calendal, el nuevo poema de Federico Mistral, que verá la luz pública este año el día de Navidad. Hacía siete años que Mistral trabajaba en ese poema, y cerca de seis meses que escribió el último verso; sin embargo, todavía no se decide a separarse de él.
Una vez comprobadas estas preciosas observaciones, se apresuró a formularlas por escrito en su cuaderno de notas. Mientras D. Pantaleón se alzaba de golpe con raudo vuelo a las esferas más altas del pensamiento, su amistad con Adolfo Moreno, origen de este memorable suceso, se estrechaba cada vez más. Moreno comenzó a visitar la casa; se pasaba las horas encerrado con aquél en su gabinete.
El cochero es Pedro Real, que lleva al lado a Adela, en la imperial, Juan y Lucía, adentro, con la gente mayor, que es muy respetable, pero no nos hace falta para el curso de la novela, Ana sentada entre almohadas, muy mejor con el gozo del viaje, con su cuaderno de apuntes en la falda, para copiar lo que le guste del camino, que ya le perece que está buena, y Sol a su lado, con un vestido de sedilla color de ópalo, tranquila y resplandeciente como una estrella.
Uno de aquellos hombres tomó un cuaderno y comenzó a pasar hojas murmurando: Gaspar... Gaspar... Está por Santigós. Nave de taladros, sección segunda dijo la mujer. Es verdad; Gaspar Santigós, aquí está. Ese es añadió ella suspirando. El escribiente se puso a hacer números en una cuartilla de papel, y sin alzar la vista preguntó: ¿Había cobrado la semana anterior? Sí, señor.
Este cuaderno, que contiene uno de los tantos proyectos que se han formado para la seguridad de nuestros campos, recuerda tambien uno de los importantes trabajos de D. Felix de Azara en estas provincias. El virey Melo, testigo del celo de este inteligente oficial en el Paraguay, aprovechó su inaccion en Buenos Aires para encargarle el reconocimiento de nuestra frontera.
Palabra del Dia
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