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Actualizado: 11 de junio de 2025


Doña Cristina también había perdido su primitiva inquietud al transcurrir el tiempo y se mostraba satisfecha, sonriendo modestamente ante las amigas que la felicitaban por este rasgo de independencia conyugal, para mayor gloria de Dios. El elogio del Padre Paulí valía por todos los terrores que le había hecho sufrir el gesto hosco de su marido.

No lo aseguro. Pero pasado algún tiempo es fácil que consintiese. Sólo Dios es eterno. Y usted desea.... Lanzado de improviso a un mar de confusiones, D. Benigno no pudo decir más. Su amigo, quizás arrepentido de haber hecho una declaración imprudente, trató de tranquilizarle hablándole de lo bien que dirigía Cristina la dichosa nave del Estado.

Cuando doña Cristina, atendiendo las indicaciones del médico, le ocultaba los cigarros, Urquiola buscábalos, y, echando á broma la prohibición, obsequiaba al tío.

Y doña Cristina se indignaba al decir esto. ¡Qué había de ser ella! Tan buena, la pobrecita; tan religiosa; una alma pura de ángel... A eso conduce vuestra moral añadió con dureza. A hacer infeliz á una pobre criatura, buena como una santa.

¿Usted sabe quién es, señorita Cristina? preguntéla al devolverle la carta. Es muy probable dijo, mostrándonos sus blancos dientes y sacudiendo gravemente su femenil cabeza, iluminada por la felicidad. ¡Gracias, señoras y señor! saltó del estribo y muy luego desapareció en la selva, elevando hacia el Cielo las notas alegres y sonoras de alguna canción bretona.

Y eso que aquella casa ha cambiado mucho. Doña Cristina parece otra; nunca la he visto tan alegre.

Me han buscado por mil medios; han intentado conquistarme; me han ofrecido indirectamente apoyos que no necesitaba. Estoy muy por encima para que puedan hacerme daño. Aquí no entrarán por más que se empeñen. Ya lo sabe Cristina: es lo único que me impulsaría á romper con ella, á separarme, sin miedo á lo que dijese la gente.

A esta clase pertenece la comedia Efectos de odio y de amor, cuya heroína, Cristerna, representa, al parecer, á la reina Cristina de Suecia.

Había sido el objeto de sus conversaciones con doña Cristina cuando ambas entretenían las monótonas horas tejiendo encajes al uso de su pueblo. Al pasar Ulises ante el cuarto de ella, vió unos retratos suyos de la época en que era simple agregado á bordo de un trasatlántico. Cinta los había sustraído indudablemente de las habitaciones de su tía.

Su creencia era que D. Eugenio había recibido de altas regiones la misión de desunir a los liberales y enzarzarlos en disputas sin fin; pero no podía fácilmente averiguarse si el impulso partía del cuarto de María Cristina o del gabinete ministerial de Zea Bermúdez.

Palabra del Dia

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