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Actualizado: 19 de julio de 2025


, señor. ¡Tiene usted un modo de tratar las cosas!... Vaya, y para que usted no pueda tener queja de , le diré a usted una sospecha, no pasa de sospecha, que yo tengo. Usted sabe que Cristeta fue a Santurroriaga hace cerca de tres años.

De pronto, en un descansillo, vio un niño jugando solito con unas cajas viejas de fósforos; representaba, poco más o menos, tres años, y se parecía, como una gota de agua a otra gota de agua, al chiquitín de quien iba Cristeta acompañada la tarde que se la encontró en el Retiro.

Las bases que en su ánimo adoptó, fueron las siguientes: primera, huir evitando toda escena triste y enojosa, ya que, dado el carácter de Cristeta, no había temor a gritos, pelotera ni escándalo. Harto sabía él que Cristeta era de las que lloran y no alborotan, sufren y no insultan. Esta misma humildad le hacía más desagradable el abandono.

Por vez primera condenaba su conciencia los medios que iba pronto a emplear su astucia. Cristeta le seguía mirando con todo el poderoso encanto del amor sincero. Anda... Juan... ¡dímelo!

En el Retiro muy poca gente: don Juan llega de los primeros, se cansa de andar, se disgusta y siente impulsos de volverse a casa. Por fin comienzan a venir paseantes. A las cinco aparece Cristeta al término de una alameda: traje, el mismo del día pasado; lleva al niño cogidito de la mano y el coche les sigue a corta distancia.

Letra y música de la revista fueron estrepitosamente silbadas, contribuyendo esto a realzar el triunfo de Cristeta porque cuando mayores eran las muestras de desagrado, salió ella a las tablas y, lo mismo fue verla el público, que acallarse el bastoneo y los chicheos.

¡Imposible! ¡Calla! No sabes lo que te dices. En ti sería una locura, en una infamia. Don Juan, sin dejarla seguir, preguntó dolorosamente: ¿Luego estás casada? Cristeta, en vez de contestar categóricamente, dejó caer los brazos rectos a lo largo del cuerpo, con ademán de profunda resignación, y sin desplegar los labios inclinó la cabeza sobre el pecho.

Una chica guapa que se había dejado atrapar. ¡Bonito estaría que don Juan de Todellas se desvelase por tan poco! Caída... seducción... engaño... palabrería ridícula. Pasados los dieciocho años ella no es nunca seducida, sino seductora. A pesar de todas estas reflexiones, el pobre hombre pasó la noche pensando en Cristeta como colegial enamorado de la hermanita de un compañero. <tb>

La satisfacción por el pleno disfrute de su amor, podía en ella más que el miedo a las desdichas que su debilidad le acarrease. Don Juan pasaba noches felicísimas, gozando con los sentidos, porque la belleza de Cristeta le enloquecía; y con el entendimiento, porque de la boca de aquella mujer incomparable no salían sino frases de sinceridad y sumisión.

Y hasta me malicio que si le han quitado a usted el estanco, es porque no piensa usted más que en ella ni se cuida usted de nada, y a eso se han agarrao. Don Quintín abrió desmesuradamente los ojos. Bueno continuó Cristeta ; pues no quiero que nadie, ¿lo entiende usted?, que absolutamente nadie sepa dónde voy a vivir. Venga quien venga, usted como si no supiese jota.

Palabra del Dia

godella

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