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De afectos ni de afeites dijo el Güésped no quiero entender, sino de mi negocio: lo que importa es que mañana hagamos cuenta de lo que me debe de posada, y se vaya con Dios; que no quiero tener en ella quien me la alborote cada día con estas locuras: basten las pasadas, pues comenzando a escribir, recién llegado aquí, la comedia de El Marqués de Mantua, que zozobró y fué una de las silbadas, fueron tantas las prevenciones de la caza y las voces que dió, llamando a los perros Melampo, Oliveros, Saltamontes, Tragavientos, etcétera, y el «¡Ataja, ataja!» y el «¡Guarda el oso cerdoso, y el jabalí colmilludo!», que malparió una señora preñada que pasaba del Andalucía a Madrid, del sobresalto; y en esotra de El Saco de Roma, que entrambas parecieron cual tenga la salud , fué el estruendo de las cajas y trompetas, haciendo pedazos las puertas y ventanas deste aposento a tan desusadas horas como éstas, y el «¡Cierra, España!» , «¡Santiago, y a ellos!», y el jugar la artillería con la boca , como si hubiera ido a la escuela con un petardo, o criádose con el basilisco de Malta , que engañó el rebato a una compañía de infantería que alojaron aquella noche en mi casa, de suerte, que, tocando al arma, se hubieron de hacer a escuras unos soldados pedazos con otros, acudiendo al ruido medio Toledo con la justicia, echándome las puertas abajo, y amenazó a hacer una de todos los diablos; que es poeta grulla, que siempre está en vela, y halla consonantes a cualquiera hora de la noche y de la madrugada.

Letra y música de la revista fueron estrepitosamente silbadas, contribuyendo esto a realzar el triunfo de Cristeta porque cuando mayores eran las muestras de desagrado, salió ella a las tablas y, lo mismo fue verla el público, que acallarse el bastoneo y los chicheos.

A la conclusión de este escrito, después de llamarle Sr. Dr. Montalbán, le dice que todos los hombres son mortales, y que los poetas cómicos, sólo por serlo, se exponen á ver silbadas sus comedias, y cuando en una representación, en que hay muchos cambios de decoraciones, salen éstas mal por culpa del tramoyista, el silbado es él y no el poeta.

Palabra del Dia

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