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Actualizado: 27 de mayo de 2025
Comenzaba ya a caer la noche. »Muy bien, no hay ningún peligro, pienso, y entro en la casa. »En el momento en que abro la puerta de la sala, distingo en el crepúsculo una sombra que se desliza precipitadamente hacia afuera. »¿Quién puede ser? me digo. »Y la sigo. »En el cuarto del niño, ¿a quién encuentro?
Lázaro, para aprovechar la claridad que iba faltando por momentos, leía apoyado de espaldas en los hierros del balcón, y su figura se destacaba por negra sobre la amarillenta luz del crepúsculo.
Un murmullo de ayes y suspiros se levantó en la obscuridad de la estancia. Algunas mujeres sollozaron. El sol acababa de ocultarse, y blanda, lentamente, las parroquias tocaban las oraciones. Era un coro, un llanto continuo de campanas cantantes, de campanas gemebundas en el tranquilo crepúsculo.
El vino de Freya era melancólico. La dulzura del crepúsculo parecía hacerlo fermentar, dándole el acre perfume de los recuerdos tristes. Sintió nacer el marino en su interior la fiebre agresiva de los sobrios cuando caen en la embriaguez.
Montamos nuevamente á caballo al aproximarse el crepúsculo, así que, bien pronto nos envolvieron las sombras. El numeroso grupo que componía nuestro acompañamiento presentaba un aspecto altamente fantástico.
Se puso el sol. Tras el breve crepúsculo vino tranquila y oscura la noche, en cuyo negro seno murieron poco a poco los últimos rumores de la tierra soñolienta, y el viajero siguió adelante en su camino, apresurando su paso a medida que avanzaba la noche.
Los aleros de las casas aún estaban bañados de sol, y a él le parecía andar a tientas en la penumbra del crepúsculo. Tengo sed, Don Andrés. Entremos en cualquier sitio. El viejo le encaminaba al café de España, su refugio favorito.
Supongo que lo mismo les ocurre a todos los hombres y a todas las mujeres que llegan a cierta edad sin darse cuenta clara de que la felicidad completa no puede existir en la vida. En la vaga tristeza de las horas sombrías del crepúsculo, el hombre descontento busca un objeto definido y lo encuentra en la privación de un bien del que nunca ha gozado.
Dentro del período que abarca la vida de Víctor Hugo conviene no olvidar que en las naciones cultas de Europa, en alguna de América y en la misma Francia, el autor de los Cantos del crepúsculo ha tenido rivales que, si por la fecundidad no le vencen, tal vez por la calidad y excelencia, pureza y perfección de determinado número de obras, se le anteponen y le eclipsan.
El crepúsculo matutino es la actividad, la vida. El vespertino es el sentimiento, la poesía. Aquel, la juventud, la primavera; este, el otoño, la melancolía.
Palabra del Dia
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