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Actualizado: 29 de junio de 2025
Trazaban luego, por espacio de dos horas, sendos garabatos en un papel rayado; y después de contestar de memoria á las preguntas de un catecismo, cosían tres horas largas, hasta que llegaba la del juego. El recreo tenía lugar en un patio obscuro y hediondo, cuya vegetación consistía en un pobre clavel amarillento y tísico que crecía en un puchero inservible, erigido en tiesto de flores.
De aquí el lujo con que vivía, su palacio, sus trenes, los bailes famosos que de vez en cuando daba a la sociedad madrileña. El carácter de Calderón le inspiraba un desprecio profundo: al mismo tiempo le despertaba el buen humor. Al ver la pequeñez de su amigo se crecía, contemplábase más grande de lo que en realidad era y experimentaba viva satisfacción.
Dejándole plantado en medio de la calle, dirigiose a la puerta del palacio. El gran sobresalto de su alma crecía a cada paso. ¡Oh! Sin duda, su abuelita la esperaba con igual ansiedad. Hasta llegó a imaginar que estaría en un balcón esperándola. Miró y no había nadie.
Por lo demás, las hijas de D. Álvaro veían siempre con gusto venir el otoño, y gozaban placeres sin cuento ayudando á los jornaleros en sus tareas. El aire puro y los aromas del campo las infundían nueva vida; crecía en ellas el apetito y el sueño, y pasaban las mañanas y las tardes en perpetua carcajada, escuchando y tomando parte en las toscas chanzonetas de los criados.
Barajó después, hizo que Velázquez cortase y llamase de nuevo á su querida, y volvió á hacer montoncitos y á sacar del quinto otra carta, repitiendo la operación hasta siete veces. La emoción del guapo crecía. Aquel aparato mágico iba influyendo poco á poco en su imaginación y disponiéndole á creer en la cabalística revelación que se preparaba.
Pero como, según dice el refrán, no hay mal que dure cien años, el Rey, al cabo de un par de ellos, sacudió la melancolía, y se creyó tan venturoso o más venturoso que antes. La Reina se le aparecía en sueños, y le decía que estaba gozando de Dios, y la Princesita crecía y se desarrollaba que era un contento.
Abría la boca para articular una sílaba: ya había dicho una sentencia. ¿Pedía la teta? Aquello era, según la opinión del astrólogo, un incomprensible aforismo. Pasaban dos, cuatro y seis años, y con la edad crecía la fama del joven Orejoncito. ¿Sabe usted lo que he visto, señora Nicolasa? decía el farmacéutico un día con cierto tono de misterio que asustó á la buena mujer.
El roble crecía más que nunca, el pozo no lo habían podido abrir, y en la puerta estaba el cartel sellado con las armas reales, donde prometía el rey casar a su hija y dar la mitad de su reino a quienquiera que cortase el roble y abriese el pozo, fuera señor de la corte, o vasallo acomodado, o pobre campesino.
Entre tanto crecía la carestía, lloraban los pueblos y se podía temer con fundamento que la peste ó la desesperación destruyese aquella ilustrísima iglesia.
7 Y crecía la palabra del Señor, y el número de los discípulos se multiplicaba mucho en Jerusalén; también mucha compañía de los sacerdotes obedecía a la fe. 8 Pero Esteban, lleno de fe y de potencia, hacía prodigios y milagros grandes en el pueblo.
Palabra del Dia
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