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Pero era muy hermoso cuando, desde arriba y muy por encima de las inmundicias y del tumulto, se sumergía la mirada en ese mundo de hormigas, que parecía tan ínfimo, que se podía, como el mismo Dios, abarcarlo de una ojeada, pero que crecía cada vez más hasta tomar proporciones gigantescas e inquietantes, a medida que se trataba de penetrarlo.

Donna Olimpia tardaba en venir, y con la soledad y, con la impaciencia crecía en Morsamor el disgusto de haber cedido a los propósitos de su doncel, tan juicioso cuando hablaba en contra de las locuras sublimes, como ligero y hasta cínico cuando se trataba de otra clase de locuras.

Velázquez sonriendo procuró calmarle; pero cuanto más pacífico se mostraba, más se crecía el anciano, hasta el punto de que, temiendo que se propasara á vías de hecho, el señor Rafael, que era el menos borracho de todos, hizo seña al guapo de que se fuese.

Iba saltando sin respeto alguno de sepultura en sepultura, hasta que llegó á una cubierta con una gran lápida en que había grabado un escudo de armas, y se puso á bailar sobre ella. En respuesta á las amonestaciones de su madre, la niña se detuvo un momento para arrancar los espinosos capullos de una cardencha que crecía junto á la tumba.

La obra del fuerte crecía cada día cosa no creedera, por andar como andaban trabajando en él los soldados á porfía.

Aquel rumor familiar del viento húmedo cruzando entre las hojas crecía y disminuía a intervalos en medio del silencio de los patios. Yo lo escuchaba sin demasiada amargura, con una especie de triste arrobamiento cuya dulzura era extremada algunos momentos. ¿No trabaja usted? me dijo de pronto el profesor. Está bien... Allá usted...

Sabía cuánto importaba atraer un alma perdida al seno de la Iglesia; pero cuando esta alma era la de un hereje, un enemigo encarnizado de ella, el acto crecía desmesuradamente a los ojos de Dios. Dando vueltas a la idea, concibió varias veces el propósito de acercarse inmediatamente a él, hablarle y convencerle con razones y con ruegos; mas pronto lo abandonaba temiendo un fracaso.

Esta idea extravagante no la podía echar de . ¿Cómo era posible que la Virgen defendiera el pecado? ¡Tremendo disparate!, pero disparate y todo, no había medio de destruirlo. De regreso a la casa, doña Lupe no cabía en su pellejo; de tal modo se crecía y se multiplicaba atendiendo a tantas y tan diferentes cosas.

«Y al Magistral no se le decía nada de esto. ¿Para qué? No había pecado. Había ocasión, pero no se buscaba». Además, Ana, puesto que defendía su virtud, creía prudente ocultar todo lo que fueran personalidades al confesor. «Si crecía el peligro, hablaría. Mientras tanto, no».

11 Crecía este árbol, y se hacía fuerte, y su altura llegaba hasta el cielo, y su vista hasta el cabo de toda la tierra. Debajo de él se ponían a la sombra las bestias del campo, y en sus ramas hacían morada las aves del cielo, y toda carne se mantenía de él. 13 Veía en las visiones de mi cabeza en mi cama, y he aquí que un centinela y santo descendía del cielo.