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Actualizado: 17 de junio de 2025
El noviazgo quedaba suspendido: ya no admitía cortejos ni visitas. ¡Y en cuanto al Capellanet!... Este mal hijo, desobediente y revoltoso, tenía la culpa de todo.
Y era que los enamorados ocultaban su amor como un pecado entre la umbría protectora, ingenuas obreritas un poco sentimentales, pomposas matronas que enloquecen con su gracia picante y su intensidad crepuscular que ponen tanto fuego en la aventura, porque temen que aquélla puede ser su despedida al amor , princesas de la Casualidad, juntamente con sus varios cortejos, ponían una nota encantadora en parajes como éste. ¡Los cafés solitarios y galantes!
Y vaya un modesto empleado de ochenta pesos al mes, que tiene que sostener una familia, y dar carrera al hijo único, que, por tratarse con lo más granadito de la sociedad, está obligado a presentarse con decencia; vaya, digo, un empleadillo de éstos, a mandarse hacer un frac cada dos carnavales y a gastarse la asignación mensual para cigarrillos del niño en botas de charol, con que poder ir a cortejos oficiales.
Sería cura; obedecería al siñó Pep pero antes deseaba ser hombre, ir con los muchachos de la parroquia a hacer música, bailar los domingos, mezclarse en los cortejos, tener novia, llevar un cuchillo en la faja. Esto último era lo que deseaba con mayores ansias. Si su padre le regalaba el cuchillo del abuelo, él pasaría por todo.
Ni una nube en el cielo; todo era azul arriba y abajo, sin otra alteración que las franjas de espuma peinándose en los salientes de la costa y los inquietos oros del sol formando un ancho camino sobre las aguas. Un rebaño de delfines triscó en torno del buque como en los cortejos de las divinidades oceánicas. ¡Si siempre estuviese así el mar dijo el capitán , qué delicia ser marino!
Después de casadas, allá se entiendan ellas, y si quieren tener dos docenas de cortejos, háganlo». En todo estamos de acuerdo dijo doña María menos en esto último, pues ni de solteras ni de casadas, les tolero la inmoralidad. ¡Ay, yo tengo ideas muy raras, Sr. D. Gabriel!
Mas por grandes que sean mis propósitos de reducirme todo lo posible en mi tarea, no he de omitir la mención siquiera de lo que más halagaba y seducía los apetitos del marqués durante su peregrinación por tantos y tan culminantes lugares: las celebridades políticas de todos los Estados europeos, que veraneaban dispersas, y con las cuales se topaba acá y allá, con sus respectivos cortejos de admiradores y de parásitos; los estadistas de segunda categoría, harto más ceremoniosos y teatrales que los de primera: los unos haciendo vida aparte y dejándose sentir, como el sol, desde muy lejos, o entre nubes; los otros, invadiéndolo todo con su pompa de relumbrón, presidiendo las mesas, los bailes, las jiras y hasta las salas de duchas o de inhalaciones... o la ruleta; pero los otros y los unos asediados por legiones de babiecas y por el espionaje de los reporters, para apuntar lo que dicen, lo que piensan, lo que comen, si se bañan, si se ríen, si meditan, si se enfadan, o si tosen o estornudan, y estamparlo como noticias de sensación en los periódicos de mayor renombre, con las más peregrinas conjeturas sobre el influjo del suceso en la política internacional.
Palabra del Dia
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