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Actualizado: 23 de julio de 2025


Sindulfo estaría muy bien exclamando en plena sesión: Señores académicos: Habéis de saber que el juego de carambolas, entre los antiguos persas... El poema del mal poeta EL mal poeta escribe en un café solitario. Yo le profeso al poeta malo un aborrecimiento corso. Me ha apedreado los oídos con sus ripios, con sus tópicos, con su retórica.

La más sensible pérdida de personas excedió con mucho en la jornada de Trípoli á la de Inglaterra. Varían bastante las cifras recogidas por los historiadores; mas tiene fundamentos la de Cirni Corso, que fija en 18.000 los hombres consumidos en la fatal empresa de Berbería, mientras no pasaron de 10.000 en la otra.

No quiero dejar correr la pluma porque la paciencia se acaba. Entré en Milan el dos de junio hospedándome en el Hotel de la Ville, en el Corso, frente por frente á la iglesia de San Cárlos Borromeo.

Hízose ansí, y en esto comenzó a soplar un viento largo, que nos obligó a hacer luego vela y a dejar el remo, y enderezar a Orán, por no ser posible poder hacer otro viaje. Todo se hizo con muchísima presteza; y así, a la vela, navegamos por más de ocho millas por hora, sin llevar otro temor alguno sino el de encontrar con bajel que de corso fuese.

Fernanda y Blanca, con Montifiori y sus amigos, habían pasado los tres días en una jarana completa: en el corso, en los bailes, en las tertulias particulares, Fernanda y Blanca habían sido conocidas en todas partes; pero eso era lo que ellas buscaban en medio de la turba de corsarios de gran tono, que les daban caza a través de aquellas noches de locura.

Debieran tomar ejemplo de Faser Bay, renegado corso, General de Rodas, el cual, teniendo nueva que el gran Prior de Francia andaba por aquellas mares con cinco galeras de la Religión y una fragata, pudiendo armar más galeras, armó solamente cuatro y le fué á buscar, y hallándolas en la isla de Candía, combatió con ellas y les tomó una galera.

De mucho provecho fué esta victoria, porque después acá no se han arriesgado más los Mamalucos á poner el pie en los contornos de aquellas Reducciones, y solamente en el año 1718 plantaron un fuerte en las riberas del río Paragua, ochenta leguas distante del pueblo de San Rafael, con que se espera que convertidas en breve con el favor de Dios cincuenta ó sesenta mil almas, como nos prometen las esperanzas, se les impedirá también el hacer corso por aquel río, porque los neófitos por singular privilegio de nuestros católicos reyes, pueden usar armas de fuego con que fácilmente podrán quebrantar el orgullo de estos corsarios, como sucedió en las misiones de Guaranís, á quienes no cesaron de molestar hasta que aquellos pueblos dieron una grande rota á cinco mil Mamalucos que habían pasado al último exterminio de aquella cristiandad.

Era soltero, vivía solo, con una patrona vieja; fumaba mucho en pipa, andaba tambaleándose y llevaba un anillo de oro en la oreja. Yurrumendi había formado parte de la tripulación de un barco negrero; navegado en buques franceses, armados en corso; vivido en prisión por sospechoso de piratería. Yurrumendi era un lobo de mar.

Mientras continuó el corso, y en Concordia se prolonga hasta horas increíbles, Nébel tendió incesantemente su brazo hacia adelante, tan bien, que el puño de su camisa, desprendido, bailaba sobre la mano. Al día siguiente se reprodujo la escena; y como esta vez el corso se reanudaba de noche con batalla de flores, Nébel agotó en un cuarto de hora cuatro inmensas canastas.

»Sin detenerme a sacarla de él con explicaciones que no eran del caso... ni muy fáciles de dar, salí del gabinete y me encerré en el mío... ¡a batallar de nuevo contra vestigios y fantasmas!... ¡Ociosas y bien excusadas mortificaciones!... »Sagrario, Leticia, mi madre, Pepe Guzmán, todos mis «dulces enemigos» estaban complacidos ya. Ya estaba extendida mi respectiva patente de corso.

Palabra del Dia

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