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Actualizado: 2 de octubre de 2025
Al día siguiente del baile, ya muy entrada la mañana, se notaba en el palacio de los duques la falta de movimiento propia de toda casa donde el mucho trasnochar de los amos autoriza que madruguen poco los criados. Algunos de ellos, reunidos en la caseta del portero, formaban corro restregándose todavía los ojos, haciendo comentarios de la fiesta, charlando y maldiciendo.
Cerca de ellas, sentadas en el suelo, había un corro de cuatro mujerucas, las cuales cuchicheaban desaforadamente, dirigiendo miradas penetrantes á todos lados. Eran las sabias del lugar.
De ello corría peligro, pues cerca de su persona andaban muchos padres de los que le enviaban discípulos sin el lastre de los dos cuartos. Otros labriegos, que habían mostrado gran hostilidad contra la familia, no osaban llegar hasta la barraca y permanecían en el camino, formando corro.
¿Qué es eso? ¿Estamos en la necrópolisss o en el merenderosss de Eritañasss? exclamó otro barbián, cuya gracia consistía en agregar una ese final a las palabras y silbarlas mucho . ¡A bailars, niñasss! ¡A cantars, niñasss! Primo comenzó a preludiar un tango. Todos se sentaron formando corro.
Todas las canciones infantiles desde que se mece al niño en la cuna hasta que juega en el corro. Las coplillas, adivinanzas, trabalenguas y demás cosas infantiles. Todos los juegos de los niños con la referencia de su antigüedad. Profusamente ilustrado. Elegante volumen editado primorosamente para contribuir al buen gusto del niño. 2 pesetas encuadernado en cartoné.
Hable usted con tres amigos en una mesa de café: no tardará mucho en arrimarse alguno que nadie del corro conozca, y con toda franqueza meterá su baza en la conversación. Vaya usted a comer a una fonda, y cuente usted con el mozo que ha de servirle como pudiera usted contar con un comensal.
Había algunas a quienes no se permitía hablar con sus compañeras sino en el corro principal en las horas de recreo. A pesar de la severidad empleada para impedir las parejas íntimas o grupos, siempre había alguna infracción hipócrita de esta observancia.
Entonces los nervios de Andrés no pudieron sufrir más. Soltose bruscamente de la rueda, y murmurando algunas palabras coléricas, se alejó del corro. Celesto le siguió inmediatamente, muy apurado. ¿No se lo decía yo a usted, D. Andrés? le dijo cuando le hubo alcanzado. ¿Por qué no ha querido usted hacer caso de mí? ¡Al fin le ha dado la coz!
Tú puedes conducir muy bien una chalupa hasta más allá del Timor. Pero aún no me han matado esos tunos, ni creo que lo consigan. Deja que vaya yo, tío dijo Cornelio . Corro como un ciervo, y si los piratas me siguen les haré que revienten antes de alcanzarme. No, sobrino mío; no quiero... ¡Ah!
Encontrando nuevas fuerzas en su juventud, a medida que eran necesarios sus cuidados, su cuerpo hízose infatigable como su alma, y Carlos pasaba los días y las noches al lado de su amigo; teníalo en sus brazos, y cuando, por mi parte, le hablaba del riesgo a que se exponía, me contestaba: »No, no corro peligro alguno; el Cielo me protege, y Dios no me abandonará.
Palabra del Dia
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