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Actualizado: 3 de noviembre de 2025


Entraron en una taberna del Mercado, y el dueño, en atención á Morales, les puso una mesilla en el fondo del corral. No había whisky, pero sacó una ginebra que arrancó elogios al extranjero. Beba, Don; beba todo lo que quiera dijo el policía . Ya sabe que yo aprecio mucho á los ingleses, y ahora que soy alguien en mi país.... Mi no ser inglés; mi ser escocés. Recordó Morales la manía de su amigo.

Entre los años de triste memoria para los aficionados sevillanos al arte de Talía lo fué él de 1620, pues en él se incendió y destruyóse por completo el famoso corral de el Coliseo, donde tan célebres representantes trabajaron y que tan favorecido era por el público de nuestra población.

Desde el pretil veíanse rebaños de obscuras ovejas, que al compás perezoso de las esquilas iban en busca del corral, mientras que por la parte de arriba, por la carretera polvorienta, marchaban también en retirada los rebaños del trabajo, gentes de espalda encorvada y blusa vieja, con la cara sudorosa y el saco de herramientas a la espalda. La melancolía del crepúsculo se apoderaba de Juanito.

El herido parecía estar mejor; los chicos, con los ojos enrojecidos por el insomnio, permanecían inmóviles en el corral, sentados sobre el estiércol, siguiendo con atención estúpida todos los movimientos de los animales encerrados allí. Teresa atisbaba la vega por la puerta entreabierta, volviendo después al lado de Batiste.... ¡Cuánta gente!

Atravesaban el primer corral sin darse cuenta de su encierro, como si corriesen aún en campo libre. Los cabestros, aleccionados por la experiencia y obedientes a los pastores, quedábanse a un lado apenas atravesaban la puerta, dejando pasar tranquilamente el torbellino de toros que corría detrás bufando sobre su cuarto trasero.

-El autor de ese libro -dijo el cura- fue el mesmo que compuso a Jardín de flores; y en verdad que no sepa determinar cuál de los dos libros es más verdadero, o, por decir mejor, menos mentiroso; sólo decir que éste irá al corral por disparatado y arrogante.

Estaba en la cocina de la casa, situada en el corral, bajo un cobertizo. Sobre una mesa tenía un reloj despertador, y varias veces aproximó á él su quinqué para saber la hora. Poco antes de las diez se quitó los zapatos, atravesando descalza el corral, para seguir á continuación una de las galerías exteriores.

Pero no entiendo por qué pueda ser enemigo de don Rodrigo el bufón de su majestad. ¡Bah! ya veo, señor Francisco, que vos sabéis muy poco. No me es fácil dar con el motivo de la ojeriza que decís tiene el tío Manolillo á don Rodrigo. ¿Conocéis á una comedianta que se llama Dorotea, que baila como una ninfa en el corral de la Pacheca?

Afirmaba don Pedro que se gastaban al año bastantes ferrados de centeno y mijo en el corral; y con todo eso, las malditas gallinas no daban nada de .

Así que, señor, el no poder saltar las bardas del corral, ni apearse del caballo, en ál estuvo que en encantamentos. Y lo que yo saco en limpio de todo esto es que estas aventuras que andamos buscando, al cabo al cabo, nos han de traer a tantas desventuras que no sepamos cuál es nuestro pie derecho.

Palabra del Dia

sans-faon

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