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Vaya, señor don Jeromo dice una voz en falsete para disfrazar la verdadera, desde el portal: á ver esas costillas que se están curando en el varal; esos ricos huevos de la gallina pinta que cacareaba en el corral, por, por, por, poner, por, ¡poner!... ¡Que !... ¡Vaya, que !...

Por fin el triste bulto cayó en el polvo, y allí quedó, flácido e inerte, soltando líquido, como un pellejo agujereado que expele el vino a chorros. El pastor, con sus cabestros, se llevó el toro al corral, pues nadie osaba aproximarse a él, y el pobre Chiripa fue conducido sobre un jergón a cierto cuartucho del Ayuntamiento que servía de cárcel.

Algo pavita, con todo, como dicen en la tierra. Mas hete aquí que, cuando me hallaba más enfrascado en la conversación, olvidado casi del asunto que allí me traía, aparece por el lado de la entrada del corral un joven con chaquetilla y pantalón ceñidos, faja encarnada y sombrerillo flexible, a interrumpir nuestros dimes y diretes.

Todo envidia, pura rabia porque él encontraba amigos que le convidasen, y ella, gustándole mucho el vino, tenía que contentarse, cuando más, con las «cortinas», o sea con lo que queda en el fondo de las copas. Vivían en una especie de gallinero al extremo de un corral ocupado por montones de basura.

418 He visto rodar la bola y no se quiere parar; al fin de tanto rodar me he decidido a venir a ver si puedo vivir y me dejan trabajar. 419 dirigir la mansera y tambien echar un pial; correr en un rodeo, trabajar en un corral; me se sentar en un pértigo lo mesmo que en un bagual.

Su dinastía valía casi tanto como la de los reyes, y en más de una ocasión habían salvado a éstos con sus consejos y su energía. Detrás de las águilas venían las aves de corral.

Mi padre tiene tantas tierras que una ternerita de dos meses que entra por una punta es ya vaca lechera cuando sale por la otra. Eso no me asombra dijo la princesa. En tu corral no hay un toro tan grande como el de mi corral. Dos hombres sentados en los cuernos no pueden tocarse con un aguijón de veinte pies cada uno. Eso es una bicoca dijo Meñique.

Dos hombres tocaban la guitarra en puntos opuestos del corral, y un chicuelo de doce a catorce años, con vocecita cascada y antipática, iba entonando unas carboneras con bastante estilo. La puerta de Paca estaba solitaria. adentro su voz y llamé con los nudillos. ¿Es uté, señorito? No le esperaba tan pronto dijo la cigarrera, saliendo.

Tenía todavía el Ayuntamiento su morada en el edificio del Corral de los Olmos, y allí acudió el pueblo en actitud amenazadora, arrojando multitud de piedras y pidiendo pan con voces estentóreas.

El hábito contraído desde la infancia de andar a caballo es un nuevo estímulo para dejar la casa. Los niños tienen el deber de echar caballos al corral apenas sale el sol, y todos los varones, hasta los pequeñuelos, ensillan su caballo, aunque no sepan qué hacerse.