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Actualizado: 25 de junio de 2025


Compadecía, sobre todo, a Guillermo, porque sobrevivir a la que se ama... ¿qué digo yo? ¡sin duda él también morirá! Llegamos ante la iglesia y la caja fue colocada en el umbral; el sacerdote, con los ojos levantados al cielo, los brazos extendidos, el hisopo en la mano, dejó caer algunas gotas de agua bendita sobre la prisión estrecha y misteriosa que encerraba a Cornelia.

Mientras yo me entregaba a estas reflexiones, el cortejo había llegado al cementerio donde Cornelia debía ser depositada, y allí, los pesares que ella inspiraba, estallaron con mayor amargura.

»Aprovechando uno de aquellos momentos en que el estado de Cornelia dejaba entrever ciertas esperanzas de curación, le dieron la noticia, y como pensaron que su salud podía depender de esta unión tan deseada, se fijó el día y se convino en celebrar el enlace en una capilla inmediata a la casa. Debía ser ayer, a esta misma hora, y precisamente cuando ella cumplía los diez y siete años.

Entonces un hombre se atravesó en mi camino, y después, inclinando la cabeza sobre el pecho, pronunció el nombre de Cornelia. Era Guillermo, y el Cielo me permitió darle algunos consuelos; porque la voz de los desgraciados llega fácilmente al corazón de los desgraciados y se dice que los que han sufrido mucho conocen palabras para calmar el dolor. Conversamos largo rato.

Comedia Pródiga. Impresa en Sevilla, en casa de Martín de Montesdoca: acabóse á diez días de diciembre, año de 1554. El mismo, de quien ya hemos hablado, como editor de Lope de Rueda y de Alonso de la Vega. Fué librero en Valencia, y vivía aún á fines del siglo XVI ó á principios del XVII, aunque ya muy anciano. Las ediciones de sus comedias son: Comedia llamada Cornelia. Comedia de los Menecmos.

Es ella la que murió ayerPero como yo he dicho a la buena mujer que el nombre de Cornelia me era desconocido y que hacía algunos años que estaba ausente de Salzburgo, me ha contado lo que sigue, mientras yo tomaba su brazo para atenuar la fatiga del camino: «Cornelia pertenecía a una familia opulenta, pero ella era tan humilde y tan compasiva, que nadie hubiera advertido su fortuna a no ser por sus liberalidades.

Pero pronto viene á sacarla de dudas el mismo Cayo en persona, que, alarmado por unas palabras que le dijo el tribuno tercero allá entre bastidores, viene á dar con su madre y le manda que escuche y tiemble, con cuyo mandato Cornelia se hace toda oídos y se pone á temblar como un azogado.

La ilustre fregona, para una de igual título de Lope de Vega, otras dos de Vicente Esquerdo y Cañizares, y La hija del mesonero, de Diego de Figueroa y Córdova. El licenciado Vidriera, para otra de igual título de Moreto. La señora Cornelia, á Tirso de Molina para su comedia Quien da luego da dos veces. El celoso extremeño, para dos de igual título de Lope y Montalbán.

Se ha dirigido hacia , me ha interrogado con voz emocionada y yo le he repetido en pocas palabras lo que me habían contado de Cornelia y de su muerte, pero cuando he llegado al fin del relato, él ha cesado de interrogarme y quizá de verme; sus mejillas se han cubierto de un fuego vivísimo, sus miembros se han puesto rígidos y todo su cuerpo ha temblado con una convulsión súbita; se ha abalanzado hacia la fosa y ha mirado su interior con avidez, y cuando ha descendido el ataúd, sus brazos, que buscaban un apoyo, han rodeado mi cuello. «¡Oh, usted no sabe ha exclamado , usted no sabrá nunca los tormentos que esta mañana trae a mi memoria!

Se levantó, se vistió y se dirigió a la capilla entre su madre, que se había consolado por completo, y Guillermo, que estaba fuera de de alegría. Las mismas amigas que ahora la acompañan al cementerio, iban a su lado, y los que la veían pasar decían: «¡Mirad a Cornelia! está más pálida, pero no menos bellaEn efecto, su aspecto ofrecía un conjunto de nobleza, de gracia y de serenidad.

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