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Actualizado: 29 de junio de 2025
Pues ¡qué! ¿te he dado en balde tanta prueba De amor? Ya ves que por seguirte dejo El templo de Minerva y los verjeles Por do Betis copioso se dilata. De mis padres me alejo, Y huyo también de mis amigos fieles Para sufrir crueldades de una ingrata. No estriba tu desdén en mi pobreza, Que no oculta tan bajo sentimiento Tu noble corazón, y ni en riqueza Me vence el rabadán, ni en nacimiento.
El bien, digo, que en tierra pretendemos, Que agora del divino no hablamos; Que aquese solo y sumo bien superno, Está solo en gozar de Dios eterno. Entrando al Paraguay á izquierda mano, El Ipití se vé, que es rio famoso: Muy plácido desciende por un llano De palmas y laureles muy copioso.
Estas poesías, reunidas por la primera vez en un volúmen, se publicaron en Buenos Aires en 1854, precisamente por la imprenta en que hoy se da esta nueva edicion, siendo su editor el mismo que firma esta advertencia. Aunque se hizo un tiraje bastante copioso para la época, la edicion se agotó muy luego, al punto que á los pocos meses nos fué imposible atender á la demanda creciente de la obra.
Y decía la verdad, porque pocos días antes, estando junto al pueblo para sus acostumbradas devociones, bajó al Tabernáculo el diablo Cozoriso, y con semblante triste y melancólico, le avisó de la venida de un enemigo suyo jurado que le había desterrado de otros países, trayendo en la mano una cruz, que era la ruina de su religión; y diciendo esto, prorumpió en un copioso llanto, como compadeciéndose de sí mismo, que ¿á dónde iría en partiéndose de allí? ¿Dónde podría con seguridad repararse para no ser desalojado?
Porque Elena se metía a reformar hasta las habitaciones particulares de su marido y éste la dejaba hacer, feliz de verla tan divertida. Poco a poco, no obstante, aquel chorro de palabras se fue haciendo menos copioso. Su marido se lo hizo notar. ¿Tendría sueño por ventura?
En el portal, desde donde se veían las puertas abiertas de los establos, un horno con su tejadillo protector, un pozo con el correspondiente lavadero, grandes pilas de leña y un carro de bueyes bajo un cobertizo, olía a heno, se oían los golpes y los cencerrillos y esquilas del ganado preso en las pesebreras, y brujuleaba de soslayo y como a la descuidada, un copioso averío alrededor de un «garrote», en cuyo fondo roía mi caballo, desembridado y amarrado al poste con una soga por el pescuezo, los últimos granos del pienso de maíz con que le había agasajado el sobrino mayor de Neluco, mientras su madre me agasajaba a mí en la sala de arriba con huevos y con jamón.
El calor era sofocante; gruesos nubarrones negros se amontonaban por occidente; el sudor corría copioso por todas las frentes; pero nada fue capaz de detener el furor de aquellos ocho hombres. M. L'Ambert, lleno todo de sangre, no cesaba de animar a sus compañeros con el gesto y con la voz.
El que la hubiese visto retozar locamente y correr de un lado á otro, ora ocultándose de Pepito, ora persiguiendo á Enriqueta, ora llevando entre sus brazos á Emilia para sustraerla á las caricias de sus hermanos, no imaginaría seguramente que pocos momentos antes derramaba copioso y amargo llanto.
Por el siniestro lado se levantan edificios de magnífica traza, cortados por los fauces de las calles que bajan de lo más alto del Albaicín, y a la derecha mano, por su álveo profundo, copioso en invierno, nunca exhausto en el estío y siempre sonante y claro, viene el Darro ensortijándose por los anillos que le ofrecen los puentes pintorescos que lo coronan.
Ni los lamentos ni las exclamaciones sirven para nada, si no hay copioso número de comedias, dignas de formar repertorio, y que se distingan por sus condiciones dramáticas y genuinamente poéticas.
Palabra del Dia
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