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Sus oscuros bucles se convirtieron en rubios en nuestras manos profanadoras. ¡Cuadro de espanto y de horror, aquel agua perfumada corriendo por la pálida frente del cadáver, aquel fúnebre disfraz para el ataúd! ¿Cómo pude soportar esa prueba sin que mi corazón estallase en pedazos?

Las nubes pesan amontonadas sobre las colinas que cierran el horizonte por el Norte, y ocultan las altas montañas de Lorrín que se extienden como una cortina lejana por el Oeste. Han caído fuertes chubascos que convirtieron en laguna la parte baja de la ciudad y en lodazales las carreteras que de ella parten.

Al principio, las figuras groseras y mal pergeñadas representaron escenas de la vida privada, murmuraraciones de vecinos; pero después la sátira se remontó, metiéndose de rondón en la política, y las fallas se convirtieron en burlas al gobierno y caricaturas de la autoridad. Las niñas de doña: Manuela despreciaban la fiesta que se preparaba.

Los que estaban furiosos eran los libre-pensadores que comían de carne en una fonda todos los viernes Santos. «¡Aquel don Pompeyo les había desacreditado! »¡Vaya un libre-pensador! »¡Era un gallina! »¡Murió loco! »¡Le dieron hechizos! »¿Qué hechizos? Morfina. »El clero, milagros del clero... »Le convirtieron con opio... »La debilidad hace sola esos milagros... »Sobre todo era un badulaque...».

Los talleres y naves de la fábrica se convirtieron en habitaciones estrechas, como celdas, y al rumor alegre del trabajo, padre de la vida, sucedió en el recinto el más medroso silencio, sólo interrumpido a horas fijas por cantos misteriosos y graves, entonados en una lengua muerta.

Las vigas del techo están ennegrecidas por el humo, y sobre al suelo sin alfombras ni tarimas, hay algunos ladrillos rotos en mil pedazos, en cuyos fragmentos se conocen las señales de los clavos que llevaban en los zapatos los campesinos, cuando convirtieron en sala de baile esta habitación.

Sabido es que los moros, hordas en un principio de feroces guerreros, se convirtieron con sorprendente celeridad en uno de los pueblos más civilizados de su tiempo, cual se demuestra por la perfección que alcanzó su arquitectura, por lo que adelantaron en diversas ciencias á las demás naciones de Europa, y por la importancia que tuvo Córdoba, su capital, punto de reunión de los sabios de todos los paises.

Una densa capa de nieve cubría las sierras: cada riachuelo de la montaña se transformó en un río y cada río en un brazo de mar: las cañadas se convirtieron en torrentes desbordados que se precipitaron por las laderas de los montes, arrancando árboles gigantescos y esparciendo sus arremolinados despojos por doquier.

Sentado ante un tablero de dibujo en el que había clavada una hoja grande de papel, iba trazando los contornos de un canal. Pero el dibujo se esfumó poco á poco para ser reemplazado por una visión de la realidad ordinaria. Las líneas rojas y azules se convirtieron en un río orlado de sauces, en terrenos yermos y caminos polvorientos.

Llegaron pobres como las ánimas benditas, y a fuerza de estudio, de virtud, de sobriedad, se convirtieron en los directores de nuestra sociedad naciente, en los escultores de un nuevo pueblo; y luego, ya muertos, fueron, son y serán, por los siglos infinitos, los dioses penates de la patria.