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Pero el que tiene un defecto físico o intelectual no hace gala de él, antes procura remediarlo; y el pobre que se resigna con su suerte y no busca hacerse rico, sea como sea, a las buenas o las malas, es un cobarde o un inútil, y no puede convertir su vileza en un mérito. Ojeda acogió con aspavientos de cómico terror estas palabras.

De allí en adelante, don Tadeo quedó para sus enemigos convertido en un pobre hombre, y a los ojos de sus partidarios como un mártir: él, imaginando convertir en provecho su caída, se dedicó por entero a ser instrumento de las ideas a que siempre tuvo inclinación.

Había sido de los primeros en convertir las tierras vírgenes en praderas, sustituyendo el pasto natural con la alfalfa.

Nada más lejos de la verdad: Estenoz, sobre todo, era demasiado sagaz para no darse cuenta de lo absurdo y descabellado de semejante propósito; y podemos asegurar sin temor á equivocarnos, que en todo pensaba él, menos en convertir á Cuba en una edición de bolsillo de la Nigricia.

Su hermano y los amigos de su hermano son sacerdotes celosísimos que entusiasman al pueblo y que llenan de remordimientos el alma de Pérsida, porque no logra convertir á su marido ni se decide á separarse de él. Todo este acto, que no estará, pero que parece compuesto en odio de la religión cristiana, no se puede negar que tiene interés vivísimo y admirable movimiento escénico.

No creo que sea muy grave preferir la compañía de las personas que nos son simpáticas. Posiblemente esas personas que son simpáticas no obtienen ese resultado sino gracias al mérito de sus sastres. Tranquilícese usted respondió la joven, que tomó el partido de convertir en broma los reproches de Juan; me ocupo muy poco de tal asunto.

Todo contribuia á seducir á los madrileños: los toros, los mil primores del Real sitio, el placer casi fantástico que produce el vuelo en ferrocarril, y aún la novedad de convertir á Aranjuez en el Versalles de Madrid. Los trenes se sucedian y los asientos no alcanzaban.

Bajo todos los conceptos es preferible la fórmula: lo que es evidente es verdadero; y si se quiere expresar como principio sino como regla aplicable, se puede convertir en esta otra: «la evidencia es seguro criterio de verdad

Un disgusto por causa sin importancia puede agrandarse hasta la tragedia. La intemperancia en las palabras, la ira, la cólera, un concepto envenenado, un gesto desdeñoso, pueden convertir una fruslería en odio ardiente, en sordo rencor, en desamor repentino, irreconciliable. Del amor al odio, aunque parezcan estados de ánimo antípodas, no hay más que un paso.

Después, en unas páginas a manera de prólogo, leyó entre otros párrafos, el siguiente: «Los esfuerzos que hagan los padres por convertir a sus hijos, las tentativas de éstos para inculcar la piedad en el corazón de sus mayores, las instigaciones de los amos para despertar la devoción en el inculto natural de sus criados y las piadosas mañas de los sirvientes para someter la mente de los señores al temor de Dios, serán por