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Actualizado: 16 de junio de 2025


Pero aún es usted muy joven expuso con la mejor de las intenciones y el más desastroso de los éxitos. Después de haberse casi solemnizado un contrato entre los dos, no debía usted ignorar que... soy viuda.

¿Qué significaba todo aquello? Un contrato de matrimonio, evidentemente. ¿Pero con quién? ¿Con el oficial o con el diplomático? Su corazón se columpia entre los dos exclamó el aprendiz acechando desde la ventana la llegada del conde. ¡Silencio! mandó de nuevo el principal. Usted, que es un hombre de peso, ¿cuál es su opinión? Mi opinión es que no la tengo, querido Candore.

9.º Que ningun judío pueda comerciar ni hacer contrato alguno con los cristianos para evitar los engaños que suelen hacer, i las usuras que suelen llevar.

Pero toda esa gente sin necesidades, habituada a vivir un día con un plátano, no es ni fuerte, ni laboriosa, ni se somete a la disciplina militar indispensable en compañías de esa magnitud. Falto de hombres, M. de Lesseps apeló a la industria y contrató la construcción en Estados Unidos de enormes máquinas de excavación, cuyos dientes de hierro debían reemplazar el brazo humano.

Roussel, con el cual pasó Mauricio la mañana, antes de ir á la Celle-Saint-Cloud para firmar el contrato, no se engañó acerca del valor de las concesiones que Clementina había arrancado tan diestramente al joven. Se juzgó amenazado del modo más grave y comprendió que la mujer que había dirigido contra él tan formidables baterías, no habría de desarmarse como esperaban los jóvenes esposos.

Las familias acomodadas del campo, cuando oían hablar de hombres sabios, pensaban inmediatamente en el notario de Valencia. Le veían con religiosa admiración calarse las gafas para leer de corrido la escritura de venta ó el contrato dotal que sus amanuenses acababan de redactar.

Nos recibió muy amablemente y me dijo: «Usted, amiguita, hará una Gran Coqueta. ¡Lo veo desde la primera ojeada...!» En seguida me rogó muy discretamente que le enseñara mis piernas y me firmó un contrato; en la primera revista, que está en ensayo, debo representar a la hija de Jefté, al Pudor y a la Verdad. He visto los trajes, que son preciosos.

Tan exaltado se sintió, todo por dentro, tan lleno de ternura, que se tuvo un poco de miedo. «¡Oh! ¡Si esto es estar loco, bien venida sea la locura!». ¡Estaba tan contento, tan orgulloso! No cabía duda. La Providencia y él se entendían. Había sido aquello como un contrato: «Que se marche ella, y vendrá él». Pero ella... ¿se habrá marchado del todo?

Tu madre era cigarrera; un día necesitó pagar una deuda, y no teniendo dinero se lo pidió á la cabecilla de su mesa: esta se lo dió ¡pero á qué costa! fuiste la hipoteca de aquel contrato; tu sangre, y un trabajo sin tregua ni descanso, los réditos; y la absoluta pérdida de tu libertad, la cláusula de aquel monstruoso pacto. Desde aquel momento tuviste una despótica señora.

Aunque me insultes llamándome tío marrano, me permitirás que al menos por tu linda cara te perdone el insulto. También me mueve tu linda cara, y no las mezquinas reflexiones que has hecho por , a prestarte los ocho mil reales si me prometes que tu madre ha de conformarse con el contrato.

Palabra del Dia

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