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Actualizado: 8 de julio de 2025


Los soldados grises y rígidos, que habían ignorado hasta entonces la existencia de don Marcelo, le seguían con interés viéndole en amistosa conversación con un oficial del Estado Mayor. Adivinó que estos hombres iban á humanizarse para él, perdiendo su automatismo inexorable y agresivo. Al entrar en el edificio, algo se contrajo en su pecho con estremecimientos de angustia.

El hombre se detuvo delante de la tienda, subió resueltamente los escalones y entró en ella. El rostro del joven viajero se contrajo fuertemente. Miró un instante con fijeza á la puerta iluminada y se alejó á paso largo. Los majos. Los grandes ojos negros de la tabernera brillaron. ¡Cuánto has tardado! exclamó levantándose.

Y ¿qué razon hay para llamar señor á quien nada útil hace, que para nada sirve, que á nada bueno aspira; que pone un brazo sobre otro brazo, y contempla así la obra universal, que así paga la deuda inmensa que contrajo desde que abrió los ojos á la luz, desde que recibió la caridad de tantos séres? ¿Qué razon hay para llamar virtud á una nulidad, para llamar sabiduría á un idiotismo?

Contrajo sus párpados para ver mejor, y al fin, junto al borde de una nube, distinguió una especie de mosquito que brillaba herido por el sol. En los breves intervalos de silencio se oía el zumbido, tenue y lejano, denunciador de su presencia. Los oficiales movieron la cabeza: «FranzosenDesnoyers creyó lo mismo. No podía imaginarse las dos cruces negras en el interior de sus alas.

Y a esta reflexión siguió una idea, que le hizo fruncir el ceño y contrajo sus labios con una sonrisa desdeñosa. No obstante, la segunda mirada que fijó en Lucía le inspiró distintos y más caritativos pensamientos.

Demetria ha desaparecido y debes de saber algo de ella. ¡ lo que sepas ahora mismo! No de ella ni la he visto hace tres días respondió la Pura con voz temblorosa. ¿Entonces por qué me has mandado venir? Ya te he dicho que era una chanza. El rostro del mozo se contrajo aún más terriblemente. Clavó una larga mirada amenazadora en Pepa que abatió la suya al suelo.

Al día siguiente, muy temprano, salió del estanco y fue a casa de una modista, con la cual, tiempo atrás, contrajo amistad mientras trabajó en el teatro. Estuvo largo rato viendo telas, escogiendo colores, examinando figurines, probándose modelos y dejándose tomar medidas. Todo lo que se encargó fue sencillo y elegantísimo; pero caro para ella.

Miguelina tembló, se contrajo todo su rostro y exclamó con voz llena de profunda alarma: ¡Dios mío!... ¿Qué ha pasado?... La Fleurota me ha recordado maliciosamente los tiempos antiguos; tiene una lengua de víbora, pero ella sabe indudablemente muchas cosas y no es probable que me haya querido engañar... Pretende que Simón es hijo mío y no de...

Amat se retiró a Cataluña, país de su nacimiento, en donde, aunque octogenario y achacoso, contrajo matrimonio con una joven sobrina suya. Las armas de Amat eran: escudo en oro con una ave de siete cabezas de azur. Donde el lector hallará tres retruécanos no rebuscados sino históricos

¡Que baile! ¡que baile! gritó la reunión. Soledad hizo signos negativos con la cabeza. Déjenla ustedes ahora: Soledad no está templada todavía manifestó Velázquez afectando desenfado. El rostro de la joven se contrajo con expresión sombría, y volviéndolo hacia Antoñico dijo en voz baja: No soy guitarra para templarme.

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