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Actualizado: 18 de mayo de 2025
Y te juro que nunca trataré de imponerte la mía, aunque me fuera en ello la vida entera... ¡Qué más he de decirte? ¿Lo encuentras poco todavía... para perdonarme... y para quererme como siempre me has querido? ¡Virgen María!... ¡Papá del alma!... ¡Si tú supieras!... Bermúdez no podía contestar a Nieves con palabras, porque no hallaba medio de articular la más sencilla.
Querían saber detalladamente lo ocurrido en Matanzuela. ¡Aquel Luis era a veces tan embustero relatando sus hazañas!... Y al contestar Rafael gravemente, con pocas palabras, reían todos ellos, viendo confirmadas sus noticias.
La señora y el caballero, acompañados de un escribano y de numeroso público, acudieron al templo donde había de verificarse el extraño juício, consintiendo en aquella prueba el seductor, pues, como dice Sánchez Gordillo: «Al caballero le pareció que así no le había de convencer, porque la imagen no había de contestar por milagro.»
Hoy tienes una ocasión: poca cosa será, pero algo es algo. ¿Quieres ser de los que llevan la carroza del Sacramento? Gabriel fue a contestar con altivez al malicioso cura: adivinaba su intención de molestarle. Pero inmediatamente le tentó el deseo de vencer al Vara de plata aceptando su proposición. Quiso asombrarle accediendo a su disparatada idea.
El criado le miró estúpidamente, sin contestar. ¿Cómo la había de conocer, él, que había pasado la vida detrás del ganado, y sólo iba a Lancia algún día de mercado a comprar o vender una vaca? El conde se hizo cargo de esto y preguntó enseguida: ¿Es bajita? No es muy alta, no, señor. ¿Ojos muy negros y vivos? ¿color bajo? ¿el andar muy suelto y elegante?
A esto no supo Rafael qué contestar. ¿Pero qué mujer era aquella? ¡Qué modo de expresarse, caballeros!
Una marcha enorme, anonadadora, en tan pocos días, ¿y para qué?... Los superiores, que sabían lo mismo que ellos, parecían contestar con los ojos, como si poseyesen un secreto: «¡Animo! Otro esfuerzo... Esto va á terminar muy pronto.» Las bestias, vigorosas, pero desprovistas de imaginación, resistían menos que los hombres.
El discurso del crítico que condena la zarzuela, despojado de tiquismiquis, es éste: «Tu zarzuela es tonta y chabacana: escribe dramas y no escribas zarzuelas.» A lo que modestamente pudiera contestar el autor: «Si escribiendo zarzuelas, que son más fáciles y tienen menos pretensiones, lo hago mal, ¿qué haré si me pongo a escribir dramas?»
¿Esta también? dijo para sí Montiño . Pero, señor, ¿qué pasará en mi casa? Os esperaba con impaciencia para haceros algunas graves preguntas. ¿Puedo yo contestar á ellas? Indudablemente. Pues bien, escucho. ¿Tenéis un sobrino? Sí, señora. ¿Se llama Juan Martínez Montiño? Sí, señora. ¿A qué ha venido ese joven á la corte? Ha venido... pues... ha venido á avisarme de que mi hermano se moría.
Pregunta á que es difícil contestar, y sobre la cual solo caben reflexiones muy vagas. El primer obstáculo que se encuentra es que el hombre se conoce poco á sí mismo; y entónces, ¿cómo sabrá lo que puede y lo que no puede? Se dirá que con la experiencia; es cierto; pero el mal está en que esa experiencia es larga, y que á veces da su fruto cuando la vida toca á su término.
Palabra del Dia
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