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Actualizado: 17 de junio de 2025


Jamás hubo en virtud sólida, sino hojarasca y pedantería de colegial, que había leído los libros devotos como quien lee novelas, y con ellos se había forjado su novela necia de misiones y contemplaciones. Si hubiera habido virtud sólida en , con tiempo te hubiera desengañado y no hubiéramos pecado ni ni yo. La verdadera virtud no cae tan fácilmente.

Del renacer de las esperanzas humanas; de las promesas que fían eternamente al porvenir la realidad de lo mejor, adquiere su belleza el alma que se entreabre al soplo de la vida; dulce e inefable belleza, compuesta, como lo estaba la del amanecer para el poeta de Las Contemplaciones, de un «vestigio de sueño y un principio de pensamiento».

El pobre compañero se revolvía como una lagartija, tendido en la proa, tentándose la pierna rota, lanzando alaridos y pidiendo por todos los santos un trago de agua: ¡para contemplaciones estaba el tiempo! Nosotros fingíamos no oírle, atentos únicamente a nuestra faena, separando el cordaje y atando a la antena la vela de repuesto, que izamos a los diez minutos. El patrón cambió el rumbo.

Y señaló el estanque, que parecía vacío. En sus aguas muertas y en el suelo de gruesa arena no se notaba el más leve estremecimiento animal. Ferragut siguió los ojos de ella, y aleccionado por sus largas contemplaciones, fué encontrando á los tres huéspedes. Con el poderoso mimetismo de su especie, se habían convertido en minerales.

Véase cómo los sevillanos de 1764 se mostraron humanitarios con la raza canina, hasta el punto de darla un hospital, raza tan maltratada luego, que en 1812 se ordenó por bando, que se matasen sin contemplaciones cuantos perros vagaban por la ciudad y que aún es víctima de los laceros municipales, que de tan cruel persecución las hacen blanco. LA ROSA P

Además le gustaba de veras la capilla y no quería más contemplaciones. El lugareño creyó que su mujer se había vuelto loca. «Estaría mareada como él». Quiso hablar, pero no lo consiguió en cuanto quiso. Obdulia soltó al aire una carcajada, que oyó don Cayetano desde fuera.

La total inocencia, que se pintaba en sus ojos vagos y como perdidos en contemplaciones de un mundo interior, no había menguado con el matrimonio; las mejillas, un poco más redondeadas, seguían tiñéndose del carmín de la vergüenza por el menor motivo.

De un día a otro y durante un tiempo no breve, nadie reconocía en él al mismo hombre y, abandonó las compañías indignas, luego de los entretenimientos viles; por una reacción que no se había podido prever, no vivió sino de sueños, de puras contemplaciones, en adoración muda y discreta; a todo eso no lo animaba otro propósito que el de hacerse digno de ser amado por medio de una vida ejemplar.

Toda la parte religiosa del programa carlista la descartaba, quedándose tan sólo con la política, porque ya había visto prácticamente que los curas lo echan todo a perder. Decía que su ideal era un gobierno de leña, que hiciera las leyes y nos las aplicara sin contemplaciones, mirando siempre a la justicia, con una tranca muy grande y siempre alzada en la mano.

¡Hiciste bien en llamárselo, hija mía! ¿Quién es ella para ponerse a jugar contigo? exclamó, en un sincero arranque de soberbia, la mujer de Simón . Y si después de esto no saca tu padre al suyo los ojos, o el dinero que le debe, te digo que no tendrá sangre ni vergüenza. ¡Miserables! ¡Tras de que si no fuera por uno, se morirían de hambre!... ¡Y todavía hemos de andar aquí en contemplaciones, pedriques y gazmoñerías, para hacer lo que nos la gana de nuestra hacienda! |Ah, si yo tuviera los calzones!...

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