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Actualizado: 29 de mayo de 2025
Contempla ahora ese callejón incongruente, hacinamiento de zahurdas, que no viviendas, vergonzoso vestigio de tiempos ignorantes y supersticiosos. Quienes levantaron esas casas no pensaban vivir en ellas de asiento, sino de paso, de tránsito, mientras ganaban el cielo. No les preocupaba el estar, sino el superestar, el sobrevivir en el otro mundo.
Habiendo quedado solo un momento, Delaberge contempla la dormida calle sobre la cual las paredes de la vieja iglesia extienden una sombra de claustro. Y en la fría austeridad de este sitio solitario, la perspectiva de una comida oficial con los notables que habitan en esta ciudad muerta le da un escalofrío de hondo malestar.
D. Félix Casamayor, se dijo: Que no contempla necesaria la subrogacion del mando, pero que para conciliar los intereses del pueblo con los de la buena y sana administracion de justicia, bastará se den por adjuntos al Exmo. Sr. Virey los Señores Alcalde de primer voto y Síndico Procurador de esta Exma.
Por lo tanto, considerados filosóficamente los dos sentimientos de que hablamos, vienen á ser en su esencia uno mismo, excepto que el amor se contempla á la luz de un esplendor celestial, y el odio al reflejo de sombría y lúgubre llamarada.
La catedral no tendrá quizás el vistoso conjunto de otras catedrales; mas apenas la distingue desde las aguas del Guadalquivir el artista que va de Cádiz á Sevilla, cuando la contempla ya como una obra original en su estilo, y suspira por abarcar de cerca su misterioso y tétrico conjunto.
Antes de que mi conciencia existiera, la proposicion era verdad; si yo no existiese ahora, seria tambien verdad; cuando no pienso en ella, es tambien verdad; el yo no es mas que un ojo que contempla el sol, pero que no es necesario para la existencia del sol.
Juan está muy avergonzado, y Gertrudis contempla a su nuevo camarada de juegos con una mirada maliciosa y provocativa. «Revoltosa». Sí; ese era el nombre que había dado Martín Felshammer a su mujer... Desde aquel día, se repiten las bromas en las horas tranquilas y silenciosas del crepúsculo, que Martín ama tanto.
No sé por qué, esos valses fascinadores, de cumplidas y ondulantes frases, que parecen dibujadas en el éter por la batuta mágica del maestro, me produjeron una profunda melancolía, trayéndome al recuerdo unos versos en que Hugo contempla, a través de los cristales empañados por el frío de la noche, el cuerpo de su amada enlazado por el brazo de un rival feliz. ¡Pero qué variado espectáculo!
Su contendiente había comenzado el último sin apresurarse y sin descansar, lanzando en torno una mirada triste de buey fatigado que contempla el horizonte con el deseo de que se oculte pronto el sol, para volver al establo. Los mineros ansiaban una catástrofe, un temblor del suelo, algo que les permitiese huir de allí, sin encontrarse con los ojos de aquellas gentes.
Y no hay excelencia en lo creado, cuyo valer no estime y pondere en lo justo; ni beldad en quien sin concupiscencia no se complazca, porque tiene ya hartura y plenitud de deleites purísimos; ni riquezas que no mire sin codicia, porque está agraciada y como heredada de los más preciosos dones; y ama sin celos al amor que da Dios a las criaturas, por que las comprende en su mente e imagina que todo el amor que vierte Dios en ellas, le recibe y le guarda para sí propia. ¿De qué sacrificio, de qué obra estupenda de caridad, de qué proeza de amor, de qué devoción, abnegación y martirio no será capaz el alma unida con Dios, y que se vuelve a las criaturas, y las contempla en Dios mismo, como si fuesen algo del ser y de la sustancia del objeto amado?
Palabra del Dia
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