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Actualizado: 3 de junio de 2025
393 Y siguiendo el fiel del rumbo se entraron en el desierto, no sé si los habrán muerto en alguna correría, pero espero que algún día sabré de ellos algo cierto. 394 Y ya con estas noticias mi relación acabé; por ser ciertas las conté, todas la desgracias dichas: es un telar de desdichas cada gaucho que usté ve.
Al fin se fijó el día para la boda, y unos cuantos antes del señalado ocurrió lo que ya conté y el proyecto de mi amo. Por esto se comprenderá que Doña Francisca tenía razones poderosas, además de la poca salud de su marido, para impedirle ir a la escuadra.
Cuando entré en casa, la abuela, que estaba en el salón, notó en seguida mi alegría y levantó la cabeza tan bruscamente que se le cayeron las gafas a la alfombra. Muy risueña estás, hija mía me dijo con su bondad habitual. ¿Qué hay? Sin tener en cuenta su animosidad por nuestras investigaciones, se lo conté todo y le leí triunfalmente la carta del señor Baltet.
Qué alma de artista murmuré in petto; y después, armándome de valor, me atreví a hablarles de mis estudios sobre las solteronas. Francisca aprovechó la ocasión para lanzar gritos de horror, que Petra imitó a la sordina. Envalentonada por la mirada de aprobación de Genoveva, conté mis descubrimientos sobre el origen de las solteronas y les dije que en los pueblos polígamos no las había.
Iba a marcharme a casa, cuando los pescadores porfiaron en que les acompañara, y tuve que prometerles que por la noche iría al Guezurrechape del muelle a comentar los acontecimientos del día. Cuando, por la tarde, le conté a Mary lo que había pasado, vi a mi novia palidecer y llorar.
Pero otra cosa me ha producido todavía mayor sensacion. Luego que el amigo partió con su dinero, conté lo que me quedaba, y despues de pagar la fonda, no me resta lo necesario para volver á nuestro país. ¡Desdichado de mí un millon de veces! ¿Cómo se lo digo á mi mujer? ¿Qué hago? ¿A qué apelo? Pero otra novedad debia impresionarme más aún.
Dígale que pase, que le tengo que hablar». Respondía Segunda que no una ni dos veces, sino más de veinte había encontrado al tal; pero que todas las chinitas que le echaba para que subiese habían sido como si no. «Me puso una cara, chica, cuando le conté la novedad, que parecía un juez de primera estancia.
Entré en ella, conté a mis padres el suceso, y me quisieron maltratar. Yo echaba la culpa a las dos leguas de rocín exprimido que me dieron. Procuraba satisfacerlos, y viendo que no bastaba, salíme de su casa y fuíme a ver a mi amigo don Diego, al cual hallé en la suya descalabrado y a sus padres resueltos por ello de no le enviar más a la escuela.
Al tiempo de salir, le dije: Muchas gracias, don Sabino, y cuente usted conmigo, que tendré gusto en demostrarle mi gratitud. Escribí otra carta a la hermana y le conté lo que había pasado con el capellán, y volví a protestar de mi inquebrantable adhesión.
Unos se fueron por una parte y otros por otra, y yo me vine a mi casa desde la plaza martirizando cuantas narices topaba en el camino. Entré en ella, conté a mis padres el suceso, y corriéronse tanto de verme de la manera que venía que me quisieron maltratar. Yo echaba la culpa a las dos leguas de rocín exprimido que me dieron.
Palabra del Dia
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